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Antonio Martín, presidente de la Liga ACB. Efe
Tú juega que yo facturo

Tú juega que yo facturo

Pausa de hidratación ·

La Liga ACB ha sucumbido al color del dinero y ha firmado un acuerdo de patrocinio con una casa de apuestas

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Martes, 8 de octubre 2019, 07:31

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Pocos son los deportes convencidos de querer escapar del patrocinio de las casas de apuestas. De vender su alma al diablo por un puñado de euros, vamos. El último que ha caído en sus redes y sucumbido a sus encantos es el baloncesto, en concreto la Liga ACB que gestiona el exjugador Antonio Martín, que no solo ha dado un puntapié a su responsabilidad social con los más jóvenes sino que, en el colmo del cinismo, ha acompañado su anuncio de un mensaje que ha terminado por soliviantar al personal: «el acuerdo sirve para concienciar sobre el juego responsable».

Y el pequeño de los Martín se ha quedado tan ancho en su sillón. 'Tú juega que yo facturo', nos ha venido a decir. Eso sí, hazlo de manera responsable porque si no lo haces, la lacra en la que se ha convertido el juego 'on-line' entre los adolescentes sembrará más tragedias en las familias y yo no tendré ninguna culpa.

Una vez más, y aquí el fútbol no es excepción, el deporte vive de espaldas a la realidad y mientras el Gobierno, a instancia del Defensor del Pueblo, lanza una serie de medidas contra la publicidad de las casas de apuestas, clubes y federaciones se afanan en recaudar. Además de constatable, la omnipresencia de las casas de apuestas es un hecho imparable. Se han filtrado como el agua a través de vallas, recintos, equipaciones,... y ahora también como patrocinadoras oficiales de cualquier evento deportivo que se precie sin coto ni sonrojo. No hay línea roja que valga. O sí. Pero se la ha saltado el dinero.

Mientras en Italia se ha prohibido a los clubes que luzcan publicidad de casas de apuestas en un intento por limitar su visibilidad, en España lejos de imitar el ejemplo se siguen lucrando y el peso en su cuenta de ingresos es cada vez mayor.

Los datos son demoledores. Las apuestas deportivas movilizaron el año pasado en España un montante de 6.962 millones de euros, un 27,7% más que el año anterior y tres veces más que hace un lustro.

Nada menos que 842.000 apostantes deportivos tiene nuestro país, según los informes que maneja la dirección general de la Ordenación del Juego (DGOJ), dependiente de Hacienda. Una cifra que duplica la que había hace cinco años.

Y uno más. La cantidad invertida en apuestas deportivas a través de Internet ascendió en 2018 a 560 millones de euros. No es de extrañar que las empresas de juego 'on-line' destinaran hace un año 221 millones a la promoción, publicidad y marketing y se hayan convertido en uno de los motores económicos de la industria del deporte. Tampoco que Martín venda el alma de nuestro baloncesto patrio al diablo.

Rugby

Un hito sin aprendizaje

Aquello fue como aterrizar en las islas Seychelles sin bañador, colarse en La Scala de Milán sin corbata o cantar pares sin juego. España jugó hace veinte años su único Mundial de rugby como quien sabe que no va a disfrutar de una experiencia igual en su vida. Con la boca abierta y una esponja en la maleta para empaparse de todo lo que ofrecía una oportunidad como aquella. Ya no se trataba solo de medirse a los mejores y disfrutar de un viaje único, un escenario sin igual y del mejor escaparate que ofrece el rugby planetario. El premio merecía también la pena para tomar apuntes, colarse en algún vestuario y copiar fórmulas de trabajo que sacaran al rugby español del anonimato internacional. Poco se aprendió de aquella histórica fecha, nada desde luego en los despachos, donde los pasos que se han ido dado son los del cangrejo. Suena ahora paradójico que las riendas de aquella selección, la única que puede presumir de haber jugado en Murrayfield contra Escocia y Sudáfrica, las llevara Alfonso Feijoo, responsable de una concentración agotadora y hasta espartana. Menos sorprende que los jugadores, entre ellos siete vallisoletanos (Alfonso Mata, Jaime Alonso-Lasheras, Alvar Encisco, Diego Zarzosa, Zapatero, Fernando Calle y Miguel Ángel Frechilla), llegaran fundidos con la delantera reventada a la primera cita –marcada en rojo– ante Uruguay.

Aún menos que el rugby español siga viendo el Mundial por televisión veinte años después.

Gimnasia Rítmica

Emilia Boneva

Nos hizo girar la vista a un deporte que hasta entonces pertenecía a la Europa del telón de acero. Para el español medio la gimnasia eran los 'dieces' de Nadia Comaneci. Y la perfección quedaba bastante lejos, no importa cuál fuera el deporte, por lo que se hizo imprescindible contratarla. Para acercarse al '9' hubo que copiar el método de rusas y búlgaras. Teníamos un boceto pero nos faltaban capítulos. El de la disciplina. El espíritu de sacrificio. La constancia. Descansaban todos detrás de la cortina de hierro y ella nos los acercó para poner a España en el escaparate de la gimnasia rítmica mundial. Bajo su dirección el combinado nacional no solo se asomó al podio entre los años 1982 y 1996 sino que lo convirtió en una potencia con el primer oro olímpico en conjuntos (Juegos de Atlanta'96, cuando se le detectó su primera dolencia cardíaca), el título muncial en 1991 o la medalla de bronce dos años antes en el Mundial de Sarajevo –allí estaba nuestra Silvia Yustos–. También el bronce en el Europeo de Viena en 1984 cuando en Valladolid la gimnasia tenía un solo nombre y apellido: Cristina Manzanera.

El pasado viernes, Emilia Boneva fallecía a los 81 años.

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