Trampas al solitario en el Real Valladolid
«Guillermo Almada lleva algunas semanas buscando circunloquios que justifiquen los malos resultados y peor juego de su equipo»
El primer indicio de la decadencia de un entrenador reside en el argumentario que presenta en la sala de prensa antes o después de cualquier ... partido. Cuando el discurso viaja en dirección contraria a la lógica, la situación suele mutar a irreversible. Guillermo Almada lleva algunas semanas buscando circunloquios que justifiquen los malos resultados y peor juego de su equipo. Una situación que ha acercado al Real Valladolid al abismo del descenso. Y lo que es peor, con unas sensaciones contrarias al aspecto que debe presentar un equipo capacitado para encarar con solvencia los baches que aparecen en el camino. Todo lo contrario, el socavón ha devorado las cualidades exhibidas en el inicio del curso. La Segunda es peor que el pavés de la Paris-Roubaix. Si sueltas el manillar, vas al suelo. El Pucela ha perdido las señas de identidad que invitaban al optimismo en las dos primeras jornadas. La presión ya no es eficaz, la retaguardia es un muro de vidrio recocido y la última frontera del rival aparece en la escena como una miniatura de una portería de hockey sobre patines. Imposible embocar.
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Con este panorama, los mensajes que brotan de la zona noble y del propio técnico representan una colleja a la inteligencia del personal. Con los argumentos futbolísticos tiritando, el camino para salir del hoyo no pasa por parapetarse detrás de los datos físicos o espetar en rueda de prensa que lo que se ve en la cancha es que «hemos superado a casi todos los rivales». Querido Guillermo, en el fútbol, el verbo superar se traduce en resultados. Esto es, aunque domines y sometas al contrario, que no es el caso tampoco, si no marcas y el rival sí, la derrota está asegurada. Y entonces, el discurso se convierte en una puñalada para el hincha, que está hasta el gorro de decepciones, de aguantar encuentros soporíferos y de ver cómo su equipo, lejos de postularse para pelear por el ascenso, va camino de meterse en el barro del Zaragoza, Málaga y compañía.
Hablar de superar al contrario, cuando el Real Valladolid apenas atina a disparar entre los tres palos y practica un fútbol muy cercano al encefalograma plano, es como hacerse trampas al solitario y no querer ver una realidad más que evidente. Ni Almada acierta en los planteamientos, ni está exprimiendo las virtudes de una plantilla que va a menos, con futbolistas que actúan sin confianza y sin fe. Y cuando un equipo pierde ese feeling con la pizarra del míster, la única salida es un cambio radical en la dirección. Me imagino que Orta tendrá peinado el mercado, pero no solo para buscar gol, sino también para encontrar un entrenador que recupere las prestaciones del cuadro castellano. Ojalá, Almada consiga dar la vuelta al calcetín, pero de continuar engañándose a sí mismo y no poner remedio a sus limitaciones tácticas, lo único que va a obtener es el sobre con su finiquito. Porque, aunque Solares haya dicho «a día de hoy sí», es posible que, si Zorrilla sigue siendo un parque de atracciones para el conjunto rival en la próxima jornada, el copresidente tenga que ir preparando su argumentario para depositar en los malos resultados el porqué de su cambio de opinión. Aunque dijo que la mejor versión de Almada, esa que bate récords, llega a los 5-6 meses, lo único que se atisba en este momento es un vestuario desconfiado, un once que no termina de funcionar y un técnico bloqueado por la situación.
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