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Los Reyes se están retrasando en el Real Valladolid. No terminan de llegar fichajes. Me imagino a Domingo Catoira en su despacho con la calculadora en llamas. «Si vendo esto, tengo aquello y si sale esta operación me queda esto otro para fichar a…». Y ... ahí aparece conjunto vacío, el bucle. El Excel peta, referencia circular. No quiero ni pensar la taquicardia del director deportivo cuando a Moro se le enganchó la rodilla en Orense. Está sano, a Dios gracias. Juma no pisó el césped. Un alivio más, al menos de momento.
Ahora, el teorema blanquivioleta se acuesta sobre cuatro axiomas que condicionan los pilares fundamentales del club, el deportivo y el económico. Son el tiempo que, aunque estamos arrancando enero, cabalga fugaz hacia el epílogo del mes y del zoco. El segundo radica en la idea de reconfiguración de la plantilla que manejan en la zona noble, algo por ahora indescifrable, porque se habla más de descapitalizar que de rearmar un bloque que tenga argumentos reales para competir por la permanencia. El tercero serían las apreturas clasificatorias, que también van ligadas a las hojas del calendario y que no dejan de retorcer el gaznate de la entidad pucelana. El proceso de venta representa la cuarta arista que, por otra parte, podría ejercer de padre supremo de las otras tres, ya que de su desenlace dependen la inversión, las salidas y, por encima de todo, la estabilidad real del club. Lo lógico es que todo se desencadene a partir de febrero. Hasta entonces, la entidad castellana debe cocinar su futuro con la vista clavada en el presente para que la fractura social no se convierta en una zanja insalvable para los nuevos dueños.
Si nos detenemos en el tiempo, resulta determinante que el Real Valladolid no espere a las 23.59 del último día y haga los deberes cuanto antes. En este momento no tiene capacidad para asumir la fuga de talento ya asentado en el club a cambio de futbolistas que tienen que llegar, aclimatarse y hacer la pretemporada de invierno. Eso por no hablar de que la dirección deportiva no se puede permitir volver a dejar a la plantilla desequilibrada. La semana pasada vi el documental que narra el camino que recorrió la selección española para levantar el título en la última Eurocopa. Si no lo hecho ya, le recomiendo a Domingo Catoira que lo vea. Puede que le inspire para construir vestuarios unidos, grupos que se transforman en familias, con los egos guardados en el cajón y la capacidad coral por encima de cualquier solista. El del Pucela ahora es un galimatías donde cada uno hace la guerra por su cuenta. Vuelvo a La Roja. Nadie daba un duro por ellos y triunfaron. La calidad influye, pero el poso del éxito va más allá, dibuja los intangibles que en el fútbol muchas veces tienen más incidencia que cualquier otro aspecto. Me quedo también con una frase de Luis de la Fuente que le puede venir bien a Catoira. Decía algo así: «Me gusta doblar las posiciones. Y cuando el supuesto titular no puede jugar, no hago experimentos, coloco al otro jugador convocado para esa misma demarcación». Jesús Navas suplió a Carvajal, sancionado, en el partido de semifinales contra Francia. En Orense, Diego Cocca prefirió desubicar a Torres, que tampoco rinde como lateral, antes que optar por Chasco. El resultado se comenta por sí solo. Cuestión de lógica, justo lo que le falta al Real Valladolid. Urge una recomposición integral para que la cuesta de enero no sea la tumba de junio.
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