Secciones
Servicios
Destacamos
El fútbol actual está plagado de milongas y frases hechas. Jesús Gil lo definiría a su estilo. Mucho chau chau. La única verdad reside en ... el trabajo, en la constancia, en el ensayo y la repetición para que los movimientos fluyan sobre el verde con orden y armonía. Natación sincronizada con la chispa de creatividad que marca la diferencia y hace que la rutina no se convierta en aburrimiento. Fútbol, en resumidas cuentas. Para llegar a ese punto, la clave es la dedicación y las horas de pizarra y césped. Es imposible conseguir el éxito sin este sacrificio colectivo. Si echamos un vistazo a los equipos cuyo rendimiento se asienta incluso por encima de la calidad que se le presupone, como puede ser el caso de gemelos del Real Valladolid como Valencia o Getafe, el único camino para conseguir el objetivo pasa primero por currar, más tarde por currar y finalmente por seguir currando.
El Real Valladolid viaja en la dirección contraria. Es como un universitario que tiene el boletín de calificaciones atiborrado de ceros y en lugar de clavar los codos día y noche, se dedica a jugar a la play, a pensar en la cogorza del fin de semana y en aquella chica que le guiñó el ojo en la biblioteca de la uni. Es, más o menos, lo que viene haciendo el Pucela durante toda la temporada. Diego Cocca intensificó un poco las rutinas, pero el vestuario puso pie a tierra y el club obedeció con un técnico más permisivo. Así nos va. Nada que ver con las dobles sesiones que programan otros entrenadores. Esto es fútbol, papá. Esta semana, leí con estupor en la web del club la planificación para recibir al FC Barcelona. Entrenamiento de recuperación el viernes en Sevilla, dos días de descanso, no sea que trabajar en fin de semana provoque vértigos, y sesiones de lunes a viernes. Hora y poco, que tampoco hay que forzar.
Con esta metodología, instalada en la ley del mínimo esfuerzo, el Real Valladolid está firmando la peor temporada de su historia. Si una plantilla con la calidad sujeta con alfileres no se pone el mono de trabajo y el entrenador de turno no llega a entender que es mejor doblar sesiones, al menos en días clave, que optar por la tumbona, el resultado no puede ser distinto al que está rubricando el Pucela. En el fútbol no hay una varita mágica que garantice los resultados, pero está claro que sin trabajo todo se transforma en una quimera. Es la única verdad del fútbol. Al menos la conciencia tranquila. No es lógico que los ridículos vayan acompañados de vacaciones. Es complicado que el futbolista se responsabilice y se comprometa con el drama que están dibujando sobre el césped si cada vez que reciben una goleada el profesor le manda al recreo.
Más allá de las negligentes decisiones de la dirección deportiva, con el cartel de 'se vende' clavado en el quicio del vestuario, el fracaso del Real Valladolid esta temporada se resume en la escasa capacidad de trabajo que han ofrecido los futbolistas y los entrenadores que han pasado por el banquillo. Algunos más que otros. Por eso, no hay mecanismos memorizados. Por eso, la defensa es una verbena. Por eso, las alineaciones son una lotería. Por eso, no hay una férrea disciplina que al menos sirva para perdonar pecados. Por eso, el grupo se cae en el primer soplido. No hay más. La diferencia entre la mediocridad y la excelencia, por mucha o poca calidad que tenga el equipo, es el trabajo, con mayúsculas. Y a la vista de los hechos, en Zorrilla no se curra demasiado.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.