Nosotros ponemos el corazón

Este himno podría ser, perfectamente, el de cualquier equipo que atraviesa una situación complicada o un cántico con el que sentirse fácilmente identificado si apoyas a un equipo humilde, como lo es el Real Valladolid.

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Cada noche que papá tiene que dormir a su retoño (teniendo que recurrir al canto más desafinado que se haya escuchado), cambia al Oviedo por su Pucela resultándole imposible no sentir cierta emoción desencantada y melancólica.

Cada noche, papá es feliz viendo como su pequeña se duerme abrazada a él, pero se siente frustrado por la situación que atraviesa el otro amor de su vida, con permiso de mamá.

Cada noche que papá tiene que afrontar el reto de dejar caer a su hija en los brazos de Morfeo, un incómodo hormigueo recorre su cuerpo al saber que cada frase, cada palabra y cada letra de esa canción se clavan con fuego en su corazón blanquivioleta. Cada noche, papá es consciente de que el fútbol no solo va de ganar o perder, sino de sentir. Y papá siente tanto al Pucela que le duele.

La situación del Real Valladolid es desgarradora para los que amamos a este equipo. La clasificación, las sensaciones, los registros negativos, la imagen… todo es consecuencia del secuestro legal con el que Ronaldo Nazário tiene sometido al club.

El presidente, que sufre un incontenible síndrome de Peter Pan que le hace creer que su comportamiento, a su edad, es perfectamente normal, está esperando a cobrar un generoso rescate para deshacerse de una víctima que nunca le importó. Su vanidad, su cinismo, su inconsciencia, su cobardía y su egoísmo son su verdadero legado. Las acciones y la propiedad le pertenecen, al menos de momento, pero el corazón del equipo sigue siendo nuestro. Sigue siendo el nuestro.