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Toni Cantó, en el centro, durante la representación del sábado en el Juan Bravo. / ROSA BLANCO
CRÍTICA DE TEATRO

Afectos caducados

ALFONSO ARRIBAS

Lunes, 12 de marzo 2007, 02:05

DEL mismo tono que 'Baraka' giran por España y por todo el planeta varias obras teatrales encajadas en la sociedad contemporánea, a la que arrancan algunos de sus hijos para someterlos a análisis público. Las crisis de los 30 y de los 40, el éxito profesional que conduce al vacío personal o las relaciones intergeneracionales son algunos temas sobre los que se desliza ese análisis, al que habitualmente le hace falta distancia física y temporal para ser certero.

'Baraka' comparte el tono con la gran mayoría de ellas pero se distingue por mirar al mundo de hoy desde un escalón más elevado, a través de un texto más trabajado de lo habitual y con una intención más profunda. Puede que estos presupuestos justifiquen que la obra tenga adherido el éxito a la espalda desde que su autora, la holandesa Maria Goos, lo entregara al primer productor. En teatro se han montado ya varias versiones europeas, siempre bien acogidas, y también ha dado el paso al cine de manera afortunada.

El montaje español exhibe varias virtudes incuestionables. La dirección escénica es ágil, moderna, con algunos guiños creativos que se agradecen. Y los actores, los cuatro, están realmente creíbles interpretando esos prototipos a los que la autora ha deformado lo justo a fuerza de estirones, pero sin caricaturizarlos.

El marco del retrato es un amplio salón de un enorme piso de soltero propiedad de un cuarentón homosexual que trabaja de funcionario acallando su pasión por el arte moderno. En mitad de la habitación aparece un deslumbrante sofá de piel tintada en blanco que acaba por convertirse en el diván sobre el que se tienden tres antiguos amigos de la juventud, donde recalan tres almas en pena clamando por el refugio de la amistad, a la que por otra parte no se han molestado en regar, abonar y podar mientras sus vidas se sujetaban por sí solas.

Esta es, la amistad maltratada a la que siempre se termina recurriendo sin admitir errores propios, la verdadera llave de la trama y la moderna moraleja que se cierne sobre los espectadores, a los que Maria Goos sirve un plato agridulce: pica tanto como empalaga, provoca risas incontrolables que a veces corta con lágrimas heladas.

Y es que al compañero que acuden le angustia un problema personal que termina ocupando un segundo plano por las exigencias de los demás: del político empeñado en crearse un expediente impoluto, del abogado cocainómano que sortea la locura y del director teatral obsesionado con el sexo.

Los cuatro se lo pasaron bien antaño quemando las pistas de baile con parodias y seducciones varias, pero ese tiempo queda lejos y el pegamento que les unía entonces (las copas, los ligues, las juergas) ya no sirve para la edad adulta, repleta de dificultades y de desvaríos existenciales.

La cámara se acerca a este salón donde se derrumban las carreras y las vidas de cuatro viejos amigos para que observemos que el egoísmo tiene el triunfo asegurado, por mucho que invoquemos pasados lazos de afecto que suponíamos inquebrantables.

Como se ha dicho, los actores encandilan al público con sus interpretaciones, aunque lo cierto es que es Toni Cantó (coproductor además del espectáculo) quien se destaca y adelanta unos centímetros, sobre todo en su primera intervención, todo un ejemplo de desahogo verborreico que borda.

Es previsible por tanto que la gira de 'Baraka' continúe siendo exitosa, porque maneja con buen tino la tan buscada mezcla de comercialidad y calidad. En Segovia, el Teatro Juan Bravo recibió el montaje con un lleno propio del ciclo Clásicos, es decir, hasta la cúpula.

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