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Marcelino García Velasco, junto a sus libros. A. Quintero
«La poesía es un testimonio de la experiencia personal del poeta»

«La poesía es un testimonio de la experiencia personal del poeta»

Marcelino García Velasco recibirá este martes, 16 de enero, un homenaje de la Tello Téllez y de sus numerosos amigos

fernando caballero

Palencia

Martes, 16 de enero 2018, 08:02

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Decano de los poetas palentinos, Marcelino García Velasco (Palencia, 1936) no pierde su peculiar sentido del humor y no deja de relacionar el homenaje que la Institución Tello Téllez de Meneses y sus amigos –sus muchos amigos– le rendirán el martes con esa peritonitis que le sorprendió en Extremadura el pasado verano y le afectó con extrema gravedad. Tras un mes ingresado en el hospital, García Velasco se ha recuperado y ahora dice: «Mi amigos me quieren dar este homenaje antes de que me muera». El acto tendrá lugar este martes, 16 de enero, en el Centro Cultural Provincial, a las 19:30 horas. García Velasco –maestro de profesión, y lo dice con orgullo– es autor de quince libros de poesía –catorce más una antología– y cuatro de prosa. Fue subdirector de la revista 'Rocamador', que fundó José María Fernández Nieto, y desde 1996, académico de la Institución Tello Tellez de Meneses, que en la actualidad dirige. Casado con Carmen Arroyo, el matrimonio tiene tres hijos y dos nietos.

–¡Se ve que tiene buenos amigos!

–Tengo muchos y buenos amigos, aquí y fuera, entre los vivos y entre los muertos, que pienso que me recordarán. La amistad con los poetas españoles me nació a través de la revista Rocamador, que fue un trampolín para los poetas de Palencia, y concretamente para José María (Fernández Nieto) y para mí, que éramos los que la dirigíamos. Como yo era muy joven y ellos ya mayores, ocurre, como decía Manolo Carrión, que ellos ya están en la otra orilla.

–¿Cómo reaccionó cuando se enteró de que se organizaba este homenaje?

–Me quedé sorprendido, como diciendo: esto a son de qué viene, si yo no soy más que un maestro de escuela. Lo único que he hecho es enseñar con las palabras en el encerado verde de las escuelas de entonces y poner esas palabras en las mentas blancas de los niños. Con el sentido del humor que no me falta, y que pido a Dios que me lo conserve hasta el último momento, pensé que como había estado en Coria al borde de la muerte por una peritonitis, me hacen este homenaje por si me muero antes de tiempo, para disfrute de él.

–¿Cómo recuerda la época de maestro?

–Como la gran satisfacción de mi vida. No es que yo tuviera vocación de maestro. Cursé Magisterio obligado por las circunstancias. Mi idea, que también pasaba por la enseñanza, era haber estudiado Filosofía y Letras, pero entonces no había viajes en autobús ni becas, y el sueldo de dependiente de farmacia de mi padre no daba para quedarme en una pensión en Valladolid. Empecé a ejercer en Cevico Navero, donde estuve seis meses, y después me destinaron a Parezancas de Ojeda, que yo había pedido porque sabía que había unas pinturas románicas hermosas y quería gozar con ellas. Lo primero que hice cuando llegué al pueblo fue pedir la llave de la iglesia al cura para contemplarlas, pero me llevé la decepción de que las habían tapado. En Perazancas estuve tres años, y en el primer concurso de traslados me acerqué a Palencia, a Becerril de Campos donde enseñé un año. Allí hice las oposiciones de "diez mil" que se llamaban entonces, saqué una buena posición por lo que tenía acceso a una capital, y pedí Bilbao, pero no llegué a ejercer –tomé posesión y cesé a la vez–, porque los religiosos de San Juan de Dios necesitaban un maestro para una escolanía que tenían en el sanatorio. Con ellos estuve 15 años, tras los cuales pasé al colegio Modesto Lafuente hasta que me jubilé voluntariamente a los 60 años en 1996 cuando la Logse me obligaba a dar clase en el instituto Alonso Berruguete. La escuela para mí fue muy gratificante y creo que para los alumnos que tuve también, porque yo empleaba el sentido del humor enseñando, haciendo las clases agradables, aunque a veces me tuviera que enfadar, por supuesto.

–¿Cómo surgió su vocación literaria?

–Desde muy niño. Oía a mi padre recitar poemas, porque le gustaba mucho la poesía. Cuando yo tenía 13 años y acudía a clase a la escuela del Centro San Isidoro, en mi casa había dos libros de Federico García Lorca, editados por Losada y traídos a España por un amigo de mi padre. Un libro incluía el "Romancero Gitano" y "Poema del cante hondo" y el otro varias obras de teatro. Con ellos me introduje en la poesía como lector. Cuando murió el padre de un compañero, la única manea que yo tenía de expresarle mi pésame fue escribiendo unos versos. Fue mi primer poema.

–¿Se conserva ese texto?

–No, ni sé qué pudo ser del muchacho, porque desapareció de Palencia. No sé qué habrá sido del poema ni de él.

–¿Y luego?

–Luego seguí escribiendo versos, según mis lecturas. Yo ya había ampliado el campo. Eran unos versos muy románticos. Mi padre, que había trabajado de niño en la farmacia de don Marcelo Fernández Rojo, el padre de José María Fernández Nieto, me llevó donde este para que leyera mis poemas. Se los dejé y me dio a cambio tres libros suyos. Me orientó diciéndome que mis poemas ya no eran actuales porque eran muy románticos, muy de Bécquer y de Lorca, y que no podía seguir por ese camino. Efectivamente, dejé ese camino. Cuando vino a Palencia Claudio Rodríguez para leer en la Diputación "El don de la ebriedad", fui a escucharle y esos poemas me abrieron los ojos. Al día siguiente, paseando por la orilla del río, me encontré con él, que estaba haciendo tiempo para ir a la estación. Me presenté, le dije que había estado escuchándole y que sus versos me impactaron mucho, que su poesía me había sorprendido, porque era completamente nueva, distinta para mi. También le dije que yo escribía, pero estaba desorientado. Me dio sus señas, me pidió que le mandara los poemas, y me contestó diciendo que no eran buenos, pero veía que dentro había un poeta, que no dejara de escribir. Ni corto ni perezoso, cogí los poemas que había escrito, los metí en un sobre y desde el Puente Mayor los tiré al río..., para alimento de los peces (sonríe).

–¿Y empezó de nuevo?

–Al poco tiempo nació Rocamador, y Fernández Nieto, su fundador, me nombró subdirector. Yo entonces estudiaba Magisterio y trabajaba en la Biblioteca Pública de auxiliar con don Francisco del Valle. A partir de ahí, publiqué mi primer libro, "Tristeza, amor acaso", en el número tres de la colección Rocamador. Empecé a presentarme a los concursos cuyo premio era la publicación del libro, porque no tenía dinero para publicármelos. Así he publicado los catorce libros de poesía que tengo.

–¿Cómo ha evolucionado su poesía?

–Mi poesía evolucionó a partir de la de Claudio Rodríguez. Me adherí al lenguaje rural, porque lo consideré siempre más rico que el de la capital. Viví de pequeño en Astudillo y allí aprendí a hablar, porque de allí es donde saqué las palabras con las que escribo, aunque muchas de ellas son hoy en día obsoletas, ya no están en el vocabulario cotidiano. Desde esa palabra conseguí que mi poesía fuera un reflejo mío. Siempre uno, decía José Hierro, escribe de sí mismo. Y la frase más rotunda es de Manuel Azaña, que decía: «Yo escribo de mí, porque soy el español al que mejor conozco». Mis experiencias personales son las que van después a mi poesía. Considero que la poesía es un testimonio de la experiencia personal del poeta, porque este no se diferencia de las demás absolutamente en nada, solo que uno hace poemas y el otro no. Y eso es lo que tiene que reflejar el poeta, su tiempo.

–¿Y cuál es el tiempo Marcelino García Velasco?

–El siglo XX. El siglo XXI me queda fuera de mi tiempo vivido con experiencias personales. Aunque ahora escribo libros, lo hago con las experiencias del XX.

–¿Qué le preocupaba en su poesía?

–Lo primero, el tema de Castilla como una tierra arrumbada. Un libro mío se titula "Tratado de Castilla", que recoge los poemas de temas castellanos. El libro "Tierra arrumbada" es una defensa de Castilla, como otro libro, "Alada cuna de libertad", que también es una defensa poética de Castilla en una época en la que todo el mundo echaba la culpa a Castilla del retraso español cuando están confundiendo Castilla con Madrid, pero Madrid está fuera de Castilla, igual que cuando se dice que Juan Manuel Díaz-Caneja es el pintor de Castilla cuando es el pintor de Tierra de Campo. Es una época en la que empleo muy poco el adjetivo, son los sustantivos los que yo manejaba. Después de "Alada cuna de libertad", hay un cambio en mi obra de tipo social y político. Es en el libro 'Memoria de un tiempo más o menos personal' donde hablo de una generación, la mía, enmudecida porque no tenía libertad de expresión. El primer cierre que tuvo Rocamador fue por un poema mío que se titulaba 'Poema del gallo que no pudo cantar'. Hay una carga social y política que después se transforma en una carga de compromiso humano. Mi primeros momentos poéticos más fuertes son aquellos en lo que yo soy un poeta social y político, sin pertenecer a ningún partido. Era una política en contra del régimen que estaba entonces gobernando.

–¿Otros temas que ha cultivado?

–Tengo un libro de amor, dedicado entero a mi mujer, "Al vuelo de tu nombre", en el que reflejo la historia personal del noviazgo y del matrimonio de Carmen Arroyo y Marcelino García Velasco. Ganó el premio Rafael Morales y tuvo buena acogida y buenas críticas. Este libro es de los que más me gustan de los que he escrito.

–¿Qué escribe ahora?

–Tengo un libro de versos que he logrado terminar después de dejarlo y cogerlo muchas veces. Se titula "Memoria del andar", y también hablo de mí, de mis experiencias. Es la misma temática pero con una diferencia, los poemas ya no son tan largo, son más bien cortos, más condensados, menos discursivos, más en la línea actual, que ya no se escriben poemas largos.

–¿Sigue cultivando la prosa?

–Tengo escrito en prosa 'Calle Mayor', que se publicará próximamente, en el que rememoro mis paseos por esta zona y hablo de los personajes que me acompañaban. El libro más sorprendente que preparo es la edición del centenar de cartas que conservo de Vicente Aleixandre. En una introducción explico cómo fue la relación entre un premio Nobel y un poeta novel.

–A lo largo de esta entrevista han aparecido Federico García Lorca, Claudio Rodríguez y Vicente Aleixandre como poetas que han influido de alguna manera en su obra. ¿Hay más?

–Blas de Otero, y en Palencia tengo más influencia de Juan José Cuadros que de José María Fernández Nieto.

–¿Cómo ve el panorama poético en Palencia en la actualidad?

–Lo desconozco. Nunca me gustó salirme de mi tiesto, y mi tiesto era Rocamador. Cuando Andrés Quintanilla organizaba la Revista Hablada Juan de Baños y recorrían los pueblos recitando versos, yo nunca intervine. Lo mío era Rocamador, a Rocamador le debía fidelidad y no me separé. Tampoco intervine en las distintas tertulias que se han organizado en Palencia, las de Jesús Castañón, las de Astrolabio... Y ahora con los jóvenes me pasa lo mismo. Si no me llaman, yo no voy. Por eso desconozco la situación actual de los poetas jóvenes palentinos.

–¿Se considera el decano de los poemas palentinos?

–Por edad, por supuesto. Voy a cumplir 82 años. No creo que haya otro poeta en Palencia de esa edad (se ríe).

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