La arbolada de Aguilar, que cumple 20 años, rinde homenaje los antepasados

«La cruz se convirtió en un símbolo universal, más allá de su significado de ejecución y castigo, como fue su origen. Desde que Jesús murió en una cruz y resucitó, cobró otro significado, el de vida, esperanza y resurrección», comentó al inicio de la ceremonia Miguel de la Hera, fraile menesiano propulsor y organizador de esta celebración, quien asimismo habló del enorme patrimonio religioso de Aguilar y comarca, el cual «expresa con claridad el sentir de nuestros antepasados a través de las cruces».  «Con el desfile de estas cinco cruces queremos rendir homenaje a nuestra historia, a todos los hombres y mujeres que la habitaron; y a la vez queremos sentirnos pueblo de fe y en busca de un sentido más allá del dolor y la miseria», enfatizó De la Hera.

El desfile, presentado por Cristina Ruiz, dio comienzo con la cruz de la Agonía portado por la Cofradía San Miguel. En la cruz, un Cristo del siglo XVI crucificado casi desnudo, con los pies torcidos por el dolor, con las manos abiertas, famélico incluso, aunque es un dolor de corazón más que físico, por eso las llagas no se muestran con toda su crudeza; apenas si son perceptibles las marcas en el cuerpo.  Destaca sobre manera los grandes clavos y una corona de espinas que derrama sangre por toda su cabeza. Esta figura representa la mirada triste del «Padre, ¿por qué me has abandonado?»

En segundo lugar, apareció la cruz de los Ladrones, barroca, del siglo XVII transportada por un grupo de mujeres representativo de las Amas de Casa. Con un cristo retorcido por el dolor que muestra llamada a la colaboración. El rigor de la cara, los dedos encogidos de las manos, los dedos separados de los pies, la melena revuelta por el dolor y el vendaval, la abundancia de sangre por todas las partes del cuerpo, principalmente en las rodillas y en los pies nos muestras a un cristo humano, dolorido, sufriente, retorcido.  Un cristo crucificado que invita a la compasión, a la misericordia y a la piedad. 

A continuación, desfiló la cruz de la Vera Cruz, del siglo XIV a hombros de mujeres del Hogar. La anatomía del cuerpo es expresión de sufrimiento, de sangre llegando a dar una impresión de patetismo y de agonía en sus últimos momentos. Destaca el paño de pureza como manto que cubre desde la cintura hasta más debajo de las rodillas. La desproporción de las partes del cuerpo, piernas superpuestas, gotas de sangre resaltadas, los clavos sobresaliendo, el rostro sudoroso y dolorido, indican el aspecto humano de un Cristo Dios que sufre y que soporta todo el dolor de la humanidad.

La cruz románica de Santa Cecilia del siglo XII salió en cuarto lugar acarreada por la Cofradía Virgen de Llano. Esta cruz es una auténtica joya del románico. Imagen estilizada, alargada, austera, sin expresión de dolor. Cruz de madera verde donde brotan ramas arrancadas como expresión de la vida. Esta cruz más que un patíbulo es un trono, lo importante no es destacar el dolor, sino la divinidad, el trono, la vida y el preludio de la resurrección. La figura transmite serenidad, aceptación, esperanza y a la vez grandeza y divinidad. Esta talla es la viva imagen de Cristo Triunfante. 

Finalmente, cerró el desfile la cruz Desnuda, cargada por un grupo de mujeres voluntarias. Una cruz sin corona. La cruz de la vergüenza, del abuso, del poder explotador, de los que hacen la guerra, de los que la sufren, la cruz de los desfigurados de la historia.