Sobrevivir en el claustro
248 religiosos mantienen abiertos los quince monasterios palentinos de vida contemplativa
Fernando Caballero
Domingo, 21 de junio 2015, 13:10
213 religiosas están dedicadas a la vida contemplativa en los catorce conventos femeninos que permanecen abiertos en la diócesis de Palencia. A estas mujeres hay que sumar los 35 monjes cistercienses de San Isidro de Dueñas, la única comunidad masculina. Ellas residen en comunidades con una edad bastante avanzada. Las pensiones que cobran y la repostería son sus principales medios de subsistencia. Algunos conventos complementan sus ingresos con museos o se autoabastecen en su huerta. Muchas de las casas son antiguas, algunas de relevancia histórica y artística, lo que ocasiona también un continuo gasto para su mantenimiento. Además, cada vez son menos las jóvenes que se inclinan por esta vida.
Los más poblados
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Los dos conventos con más hermanas son las clarisas de Aguilar y Astudillo, 28 y 36, respectivamente. En Aguilar de Campoo, además, hay mayores y jóvenes, «pero faltan de mediana edad», puntualiza la abadesa, Carmen García Rodríguez. En este convento viven de la repostería, una actividad veterana. «Llevamos más de cincuenta años, fuimos de las primeras en tener obrador», agrega. La superiora asegura que para encontrar vocaciones «en este ambiente tan diferente que se vive en el mundo, con familias cortas y una juventud que no está orientada a la vida religiosa, y menos a la contemplativa, se depende de la disposición y de la receptividad de estos jóvenes». García Rodríguez, no obstante, apela a la oración y a la esperanza. «Alguna forma habrá para que vuelvan las vocaciones», concluye.
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Por su parte, la superiora de Astudillo, María Asunción Fombellida, señala que las religiosas dedicadas a la vida contemplativa «estamos felices, contentas y consagradas al Señor con plenitud». «En los conventos hay muchas hermanas mayores que necesitan una atención y cuidados», según describe la religiosa, que es consciente del momento complicado que vive la Iglesia. «Hay un ambiente descristianizado. Ya no se pasa la fe de padres a hijos, como ocurría antes, y los jóvenes no están comprometidos».
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Las religiosas del convento de Astudillo recibiieron hace unos años un regalo «maravilloso». El convento que fundaron en Angola en 1982, al cumplir 25 años, quiso reforzar a la comunidad madre con seis hermanas jóvenes, que ahora están plenamente integradas en el histórico convento palentino. Fombellida aboga por «rezar mucho y dar testimonio» para trasladar su mensaje.
Las abadesas consultadas coinciden básicamente en las razones del descenso de vocaciones. Pilar Villaverde, de las Brígidas de Paredes de Nava, habla de «desacralización» de la sociedad. «Nadie tiene una fe suficiente como para descubrir este secreto», en referencia a la vida contemplativa. También culpa a la baja natalidad y a la comodidad y el dinero que ofrecen la sociedad actual». Once religiosas residen en la actualidad en este convento «siempre hemos sido una comunidad de una veintena de religiosas», señala, entre las que hay cinco jóvenes, dos mexicanas y tres keniatas procedentes de conventos de la orden radicados en esos países. Las pensiones de las jubiladas y la repostería son los principales sustentos de esta comunidad paredeña. «El obrador lo abrimos hace dos años y vendemos a través del torno y en ferias para darnos a conocer», explica Pilar Villaverde.
Cuatro religiosas de la orden cisterciense viven en el monasterio de Alconada, en Ampudia, una comunidad de reciente creación (1985). La abadesa es la palentina Mónica Vaquero, que achaca a la «sociedad materializada» la precaria situación de estas comunidades. «Los jóvenes no viven los valores cristianos, sino los bienes materiales. Es difícil que busquen a Dios si no tienen una experiencia fuerte de fe y de encuentro con Cristo», asegura la joven abadesa, que recuerda que «la ausencia de vida consagrada no solo afecta a la contemplativa, sino a toda la cristiandad». «La crisis de valores afecta a todos», apostilla. Mónica Vaquero afirma que, pese a las actividades de encuadernación y repostería que son su sustento, les cuesta llegar a fin de mes, «como ocurre ahora con muchas familias de clase media». Vaquero es optimista y piensa que «Dios sigue llamando, y hay jóvenes generosas que se dan cuenta de lo que pasa». Desde octubre, Alconada tiene cuenta en Facebook para darse a conocer y como pastoral vocacional.
Uno de los monasterios artísticos más importantes es San Andrés de Arroyo, también regido por religiosas cistercienses. La comunidad está formada por 18 monjas, que viven de sus pensiones, la repostería y el turismo, ya que posee un magnífico claustro románico. La abadesa, María del Carmen Gordaliza, reconoce que «el cristianismo ha dejado de estar en el ambiente y en la cultura». «Hay más indiferencia ante la religión, ya no se reza, y si no hay trato con Dios, no hay vida religiosa pujante ni vocaciones. Es el momento histórico que nos ha tocado vivir. Avanzamos hacia una iglesia de minorías, aunque lo importante es que los que sean religiosos, lo sean de verdad», opina la superiora.
Carrión de los Condes acoge una comunidad, las agustinas de la Conversión, que no constituyen un convento, sino una misión específica para gestionar un albergue de peregrinos. Esta comunidad carrionesa la integran cuatro hermanas que dependen del monasterio de Sotilla de la Adrada, en Ávila. La vivencia religiosa de estas monjas combina la vida contemplativa y la activa.
Nueve religiosas residen en el convento de las Agustinas Recoletas de Palencia. Su abadesa, María del Pilar Bresa Ordóñez, achaca al ambiente externo la falta de vocaciones, así como a la crisis de la familia, al descenso de internados docentes y a que la juventud acude poco a las iglesias. «Ahora se reza mucho menos», asevera. Las pensiones de las mayores y el trabajo para comercios constituyen el sustento de esta comunicad, que tampoco necesita mucho. «Eso es suficiente. Tenemos votos de pobreza, castidad y obediencia», incide.
De moda
El convento de moda en Palencia este año es el de San José, de carmelitas descalzas, fundado por Santa Teresa en 1580, que ahora conmemora el quinto centenario del nacimiento de la fundadora. La comunidad tiene trece monjas y para su superiora, Celia Megral, las razones del descenso de vocaciones son diversas, pero también apunta a la baja natalidad y a la prevalencia de familias con uno o dos hijos. «No pueden salir muchas vocaciones», apostilla. Además, en su opinión,
la sociedad no les ayuda como antes. «Las familias han cambiado. Vivimos otro momento de la historia. Las mujeres que entran a los conventos ya son mayores», apostilla, a la vez que critica la pérdida de muchos valores. «Si no hay valores elementales, no se puede venir a un lugar donde priman esos valores», sentencia. El materialismo constituye para la carmelita descalza otro factor decisivo. «Mientras más cosas se tienen, es más difícil sujetarte a una vida que renuncia a muchas cosas», advierte la madre Celia Megral, que cita trabajos sencillos que hacen las monjas, como escapularios y manualidades, como una forma de subsistencia. «No necesitamos abundancia para vivir. Es una de las lecciones que nos dejó Santa Teresa», agrega.
Otro convento femenino de carmelitas descalzas es el de la Santísima Trinidad de Carrión de los Condes, que ha logrado rejuvenecerse con un grupo de peruanas que han llegado de un convento de ese país, radicado en la ciudad de Abancai, que fundó, junto a otros seis, la religiosa palentina Pilar de Jesús, fallecida a finales de los años noventa del siglo pasado. De las trece carmelitas que viven en Carrión, once son peruanas, según relata una de ellas, que prefiere mantenerse en el anonimato. «Somos la comunidad más joven de la diócesis. Fue el obispo Rafael Palmero el que gestionó la llegada de las primeras religiosas peruanas a esta casa. Luego ya vinieron otras», explica. Las carmelitas de Carrión viven de las manualidades que elaboran por encargo y de los productos de su fértil huerta. La religiosa asegura que «hay tanto ruido en el mundo que las jóvenes no oyn la palabra de Dios». «Es difícil descubrir la vocación», añade.
Religiosas jóvenes
Otro monasterio rejuvenecido es el de las dominicas de Nuestra Señora de la Piedad de Palencia. De las 21 religiosas que lo habitan, cuatro tienen poco más de 20 años, aunque la mayor alcanza los 97. La subpriora, María Dionisia Gómez Pastor, habla de un ambiente generalizado de descristianización. «Se quiere borrar a Dios de la historia, del mundo y de todo», afirma Este convento vive fundamentalmente de la repostería a través de la tienda que mantiene y que ha logrado «muchos clientes fieles que nos respaldan».
La diócesis de Palencia acoge varios conventos de clarisas. El de Carrión de los Condes lo forman 11 religiosas, que viven del albergue, la hospedería, la repostería y el museo, que en Navidad muestra la famosa colección de belenes de todo el mundo. Como el resto de casas conventuales antiguas, esta se enfrenta a las necesidades de obras permanentes. «La más urgente ahora es el tejado», apunta la abadesa, Ana María Andrade Morales, que achaca a muchas causas el descenso de vocaciones. «Las familias ya no son numerosas, como antes, y en ellas se vive menos la religiosidad. También en el mundo hay mucha comodidad y permisividad en todos los campos».
Las de Calabazanos, en Villamuriel, son 15 religiosas, casi todas mayores. «Si viniera alguna nueva, estaríamos encantadas», exclama la abadesa, sor María Clara. Durante muchos años, trabajaron para una empresa de León que elaboraba combinaciones, y para Renault, pero estos encargos se acabaron y ahora viven de las pensiones y de una fértil huerta que les permite autoabastecerse e incluso vender productos. La superiora reconoce que «el ambiente que hay en el mundo no es proclive a las vocaciones religiosas».
Sor María Nieves, abadesa de las claras de Palencia, recuerda los tiempos en que había 43 religiosas en este convento del centro de la ciudad. Ahora son 15. «La juventud no cree en Dios y está alejada de la iglesia de las creencias y de la moral», asegura por experiencia propia. En la iglesia conventual se celebra la adoración perpetua al Santísimo. «Vienen pocos jóvenes, y realmente comprometidos, ninguno», afirma la superiora de una comunidad que vive de las pensiones y del alquiler de varios locales. «Nosotras hemos abrazado la pobreza. Con muy poco nos llega para vivir», manifiesta con énfasis.
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