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Fernando Caballero
Viernes, 9 de enero 2015, 11:46
Pedro Quintanilla Buey (Magaz de Pisuerga, 1934-Palencia, 2013) fue un escritor oculto bajo los numerosos e importantes premios que ganó, que se cuentan por docenas. Premios de poesía y de cuentos, con textos que contienen una literatura sincera a la vez que irónica en ocasiones satírica, profunda y muy humana, y también muy vitalista. Su obra está repartida por numerosas publicaciones que recogen sus poemas y sus cuentos premiados, pero fue en 2004, con motivo del setenta cumpleaños del escritor, cuando apareció el libro Mucho cuento, que reunió diez relatos y editó su familia.
Un año después de su fallecimiento, ocurrido el 28 de diciembre de 2013, vuelve a ser su familia su viuda, Consuelo Benavente, y sus cuatro hijos, uno de los cuales, Guillermo, es el autor de las fotografías que ilustran la publicación la que ha recopilado treinta sonetos en el libro titulado La luna y los perros, editado por Círculo Rojo.
El libro se estructura en cuatro partes y se abre con un prólogo de Juan Martínez Pastor, poeta natural de Venta de Baños, que nació el mismo año que Pedro Quintanilla, al que le unió una amistad personal. La primera parte, Ángeles negros, es, según Martínez Pastor, «un reniego enfurecido, una llamada a la solidaridad y a la razón», que el poeta fallecido escribió conmovido por tragedias como la de Ruanda o por la muerte de niños.
La segunda parte está subdividida a su vez en Agua pasada que mueve molinos y Mi tierra, y es un canto telúrico hacia la patria, Castilla, pero también un homenaje a la España que superó una guerra civil.
La tercera parte se titula Mis hijos. Una luz. Se trata de un canto a su familia, especialmente a sus hijos La vida que te debo y me debes, se titula el primero. La última parte, titulada Amor y muerte, refleja la angustia ante un final asediado por el paso del tiempo y la enfermedad Pedro Quintanilla padecía de párkinson, con un recuerdo especial a su hermano Andrés.
Intensidad de sus versos
La selección de poemas de La luna y los perros resulta un acierto. Son sonetos que ponen de manifiesto el dominio de la versificación con alejandrinos y endecasílabos, además de la intensidad y fortaleza de sus versos. El último poema se titula, precisamente, Adios, y concluye con una verdadera poética del autor: «Escribo en las vigilias de lumbre y madrugada, / y voy cerrando sobres en los que os mando nada / para que tengáis todos un poco de mi ausencia».
El fallecido poeta se revela en estas obras alejado del carácter satírico e irónico que caracteriza una parte de su obra poética. Intenso en el mensaje y certero en las imágenes, La luna y los perros redescubre a un autor profundo, preocupado por el ser humano el poema Mundos de cartón muestra la rabia del autor por los indigentes, especialmente los niños «Niños de olvido y gris, sin pantalones, / y una madre callando arrodillada, / enseñando a mamar si sacar nada / en su mundo de tos y de cartones», preocupado por su tierra y con un yo poético que no deja de sorprender: «Me arrepiento de nada. De aquello que no hicimos / que aún es tiempo de avispas, de madura racimos, / y de seguir queriéndonos como animales viejos». Un gran poeta, en definitiva, oculto hasta ahora, que este libro comenzará a hacer justicia de su obra.
Pedro Quintanilla perteneció a una familia literaria. Su hermano Andrés, el más conocido, falleció en julio de 2008, tras una larga e intensa actividad creativa y cultural como fundador de los grupos Juan de Baños y Sarmiento. Emilio, afincado en Zaragoza, ha ganado numerosos premios de poesía y de prosa; y Carmen fue bibliotecaria de Venta de Baños durante muchos años y es autora de Revoltijo poético.
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