La vuelta del verano
Tribuna ·
«Llegados a la mitad de legislatura se empieza a pensar más en lo que se irá aproximando, que son las siguientes elecciones, que en lo que se irá alejando, que son las anteriores»Aceptado como está que, a ciertos efectos, cuenta más el año estacional que el año natural, la vuelta del verano, el fin de la ... época estival, o como quiera denominarse a estos días del retorno, se ha convertido en un punto de referencia para pasar revista al estado de la cuestión. Y, efectivamente, así es cada año por estas fechas. No hay más que escuchar las comparecencias de los líderes, sea en el ámbito político o en otros, o asomarse a los medios de comunicación, para comprobarlo. Todo ello está atravesado por análisis, previsiones, propuestas y expectativas. Es por ahora cuando se empiezan a pronosticar los 'otoños calientes', aunque luego no lo sean tanto, cuando se hace recuento de los asuntos pendientes y cuando se perfilan los planes de actuación. A eso nos hemos ido acostumbrando y no es distinto en esta ocasión, tras el periodo de limitada ausencia que supone el mes de agosto. Siendo así, hay algo, no obstante, que no conviene perder de vista.
En efecto, con el inicio de este curso político empieza también la cuenta atrás, seguramente de muchas otras cosas, pero muy especialmente de la legislatura, de la que ha transcurrido ya prácticamente la mitad. Dicho de otro modo, no es que estén cerca unas próximas elecciones, salvo que haya un cambio brusco de circunstancias, al menos en el ámbito nacional, pues otra cosa son las autonomías, donde el respectivo presidente tiene también reconocida la facultad de disolver su parlamento y adelantar la cita con las urnas, como ya ocurrió en Madrid; hay, además, algunos casos en que las elecciones autonómicas tienen su propia dinámica, diferenciada en el respectivo proceso electoral, como ya ocurrió en Euskadi, Galicia y Cataluña, y ocurrirá en Andalucía, incluso si no se adelantan, ya que sus elecciones tuvieron lugar casi un año antes que las generales, que son las que tomo en consideración aquí, para esta reflexión sobre el retorno. Y decía que, no estando cerca, tampoco hay duda de que, llegados a la mitad, se empieza a pensar más en lo que se irá aproximando, que son las siguientes elecciones, que en lo que se irá alejando, que son las anteriores. Así ocurre en todos los órdenes de la vida, incluida la vida misma; cuando intuimos que ha transcurrido la mitad de algo, sobre todo si se trata de un periodo predeterminado, la atención se traslada inevitablemente a lo venidero. En la política se nota enseguida, porque los síntomas son bien perceptibles: se afinan las estrategias y se afilan las espadas, sea en el gobierno o en la oposición; se hace recuento de logros y de carencias, según quién, lo mismo que se hace acopio de compromisos o de insuficiencias. Ya el cambio de gobierno que se realizó en julio tuvo ese aroma inequívoco y ahora el riesgo estará en los excesos, en un sentido o en otro, sea en el propagandismo exagerado o en la crítica infundada, sencillamente porque lo uno y lo otro es fácilmente detectable.
Llegados, pues, a este punto, reconozcamos las realidades que son suficientemente obvias: ha habido tres aspectos muy destacables para la atención ciudadana en lo que va de legislatura, que son el sanitario, el económico y el territorial. Obviamente, no son los únicos, porque luego se han unido otros que no eran tan percibidos como problemáticos, caso del asunto energético, o que se han intensificado notablemente, y con diversas manifestaciones e implicaciones, como el problema migratorio, en el que cabe incluir la situación derivada de los acontecimientos de Afganistán, aunque éste tenga una dimensión más particular por razones obvias.
De esos tres primeros aspectos, bien se puede decir que el sanitario y el económico están en buena dirección, mientras que el territorial está en expectativa de destino. El proceso de vacunación ha cubierto bien los objetivos y la perspectiva de normalización parece asentarse con creciente intensidad; nadie debería apropiárselo en exclusiva y nadie debería empeñarse en críticas que, por infundadas, se hacen absurdas. La recuperación económica, aunque tendrá altibajos (¡ojo a los efectos para consumidores y empresas de la inflación y a los efectos financieros de la inmensa deuda acumulada¡) va tomando ritmo, lo que en cierto modo se explica porque una parte de la contracción provocada por la pandemia se revierte por sí misma, en un bucle automático de acción/reacción; la otra parte de la crisis tendrá más complicación y lo veremos pronto, cuando al final de este año termine, si es que no vuelve a prorrogarse, la suspensión de la obligación de solicitar concursos de acreedores por insolvencia de empresas, o ciertas moratorias en hipotecas, arrendamientos u otras obligaciones. Será de esperar que, para entonces, la disponibilidad de fondos comunitarios y su acertado reparto y eficaz utilización ayuden de verdad, y que la rentabilidad política que pueda derivar sea la que procede de sus efectos positivos y no de su manejo interesado. Mientras tanto, la evolución del salario mínimo y del empleo, aun con el lastre de la elevada tasa de precariedad, seguirá produciendo una interacción discutida y discutible.
En el problema territorial, tan asociado ya a Cataluña, no parece que haya cambiado el escenario que quedó dibujado tras los indultos. Si finalmente se pone en marcha la tan invocada 'mesa de diálogo', el recorrido, salvo sorpresa, es mínimo: a ningún dirigente de la otra parte se le ha oído decir que están dispuestos a hablar (¡simplemente a hablar¡) de algo que no sea autodeterminación y referéndum. Ninguna esperanza si eso sigue así. Lo que crecerá más bien es la inquietud por las consecuencias de la bilateralidad, en ese confuso marco que ahora se llama la 'España multinivel'. De eso hay que hablar pronto con amplitud porque es asunto de alta sensibilidad, como ya se vislumbró con ocasión de aquella cumbre autonómica en Salamanca.
Y también de la política migratoria, que si afloja en Ceuta aprieta en Canarias, y de la política internacional, y de la energía y el precio de la luz, tal vez el quebradero de cabeza más incómodo a día de hoy, y de la reforma universitaria, y del gobierno de los jueces, y de las relaciones institucionales, y de tanto más. Materia no va a faltar. Incluido Afganistán: es evidente que, hasta donde fue posible, se ha resuelto bien la evacuación, con agilidad y eficacia, estando pendiente aún el desarrollo posterior de los acontecimientos. El problema es que ese reflejo positivo queda oscurecido por la pregunta principal: qué hemos hecho en 20 años todos los que estuvimos allí, EEUU, Europa, Occidente, dejando vidas y aportando recursos ingentes, arruinando una supuesta superioridad moral, si no hemos sido capaces de asentar un Estado con la mínima consistencia.
Así que queda esperar que el otoño no sea demasiado caliente, ni el invierno demasiado frío. Todo lo demás, por sus pasos.
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