El virus de la libertad (o plagas que traen la rebelión)
«Porque demasiada gente no encuentra trabajo, ni tiene qué comer, o muere de necesidad a nuestro lado»
Las plagas, bíblicas o no, griegas, romanas, medievales, modernas o contemporáneas son siempre vistas en su vertiente y acepción perjudicial: como el efecto dañino que ... unos seres vivos producen en otros, generalmente por su proliferación excesiva o la transmisión de enfermedades. En este sentido, las plagas o pestes empiezan a conocerse y dejar huella en los documentos más antiguos en la medida que la concentración de individuos en ciudades populosas debió de favorecer su contagio entre los humanos; y, también, contribuir a demonizar a ciertos animales, como determinados insectos, ratas, cerdos…
Hasta hace poco se creía que la actual epidemia del coronavirus podría haberse originado en los murciélagos y de estos pasar a las personas, pero nuevos indicios genéticos están haciendo considerar a los científicos que quizá el pangolín de la India haya servido de puente entre aquellos y nosotros. Lo que, muy probablemente, va a influir de modo negativo en la supervivencia de dicha especie, ya de por sí en riesgo de extinción.
Sin embargo, en la famosa novela de Albert Camus 'La peste' (1947), donde en ese tono angustioso tan propio del autor se narra la expansión de una plaga en la ciudad de Orán, también aparece una solidaridad surgida entre quienes luchan contra ella –como una suerte de repercusión no necesariamente negativa–. Pestes, cóleras, sífilis... han hecho que los humanos aprendieran cosas que no sabían, enmendaran errores que propiciaban que las epidemias se propagaran o descubrieran remedios con que combatirlas.
A veces, como estaría ocurriendo en los últimos días en China, el gran mal que constituye esta nueva plaga provoca –no obstante– una reacción inesperada entre un sector importante de la población. La muerte del médico Li Wenliang, que quiso advertir con su denuncia del peligro que la infección suponía, no deja de promover críticas y protestas contra las actuaciones del gobierno. Silencio impuesto, prohibición de las voces de alerta, represalias enfocadas hacia quienes han osado mostrar las deficiencias con que se viene afrontando la epidemia, serían las 'recetas' de los dirigentes chinos para la misma. Y de ahí que un clamor por la libertad vaya creciendo y haciéndose cada vez más difícil de acallar.
Las fotografías con las ofrendas espontáneas de muchos ciudadanos, en el atrio del hospital donde falleció el doctor Wenliang, expresan tal oleada de indignación. Y es que, en ocasiones, da la impresión de que tuvieran que acontecer grandes desgracias para que las gentes se levanten y rebelen contra tanto desafuero; que con esa contestación ante las plagas también se extiende otro virus, el de la libertad.
La noticia de este despertar de la conciencia colectiva en China, que algunos comparan con los movimientos estudiantiles que fueron sangrientamente sofocados en Tiananmen, ha coincidido en el tiempo con otro suceso que no habría de pasarnos desapercibido: el relator de la ONU ha dado a conocer su informe demoledor sobre un desequilibrio entre ricos y pobres, que es como decir entre los muy poderosos y los que no lo son en absoluto, en esta España nuestra.
Y si bien no resulta comparable la diferencia abismal de los privilegiados de China, que compran edificios enteros por todo el mundo, con los que allí trabajan sin descanso para apenas sobrevivir; y –de otra parte- la brecha entre los ricachos españoles con las amplias capas que aquí viven en la miseria… hay un hilo invisible que conecta ambas realidades. Porque demasiada gente no encuentra trabajo, ni tiene qué comer, o muere de necesidad a nuestro lado. En uno y otro ejemplo, por distanciados que estén en el espacio y proporción de su escala, subyace una causa parecida: la desigualdad vuelta en abuso e injusticia.
Por estos pagos de Castilla y León no se ve ni aprecia demasiado la pobreza, con frecuencia se oculta, se disimula, se intenta llevar con esa dignidad que en el campo, ahora más que justamente sublevado, nunca se perdió. Y no es fácil que se constate tanta escasez como en realidad existe, ya que, como secularmente se hizo, quienes no consiguen empleo ni casa se marchan. Directamente se van.
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