'Ulises'
La odisea contemporánea consiste en volver a casa cada noche después de un día de trabajo
Se cumplen esta semana cien años de la publicación de 'Ulises', y la controversia sigue. El libro que James Joyce dio a la imprenta parisina ... de Sylvia Beach continúa arrastrando su fama de inabordable y es campo de batalla entre teóricos y escritores que lo tachan de engendro literario y otros para quienes supone la llave maestra que abre las puertas de la novela contemporánea. Curiosamente, entre los detractores estaba alguien como Virginia Woolf, que, debido a los recursos técnicos de sus novelas, en principio podría considerarse cercana al escritor irlandés. Pero no. Ella, lo mismo que otros grandes de la literatura mostraron la ristra de ajos ante las humildes peripecias de Leopold Bloom, aquel que para muchos otros es considerado el héroe moderno por antonomasia.
Porque, se quiera o no, en 'Ulises' se encuentra el origen de nuevas formas de narrar y de nuevos intereses temáticos. Ya no era necesario el viejo espíritu novelesco basado en las tramas argumentales o las aventuras insólitas de personajes y paisajes remotos. Joyce nos demostró que la novela estaba en nuestra puerta. La odisea contemporánea consiste en volver a casa cada noche después de un día de trabajo, de pequeñas frustraciones y esperanzas postergadas. Los que ahora asedian a Penélope no son nobles guerreros armados de espadas, sino un incauto operario, un vendedor de seguros, con los que no se saldarán las cuentas en un festival de sangre y fuego.
La aventura, pues, está de puertas adentro. Y la gran aventura de la obra de Joyce se encuentra en el modo en que el escritor se adentra en un terreno inexplorado. Capas de la conciencia que parecen regirse por leyes autónomas, pulsiones y anhelos soterrados que la novela clásica había abordado muchas veces de modo magistral pero que Joyce renueva y amplía. Lo subjetivo gobierna ahora el mundo. Y como el propio escritor no se cansó de decir, lo que importa en una narración ya no son los hechos sino las emociones que despiertan las palabras. Y apuntaba a T. S. Eliot –otro gigante del que este año se conmemora la publicación de 'La tierra baldía'– como ejemplo: «Eliot busca imágenes que apunten a una emoción en vez de acudir a una secuencia ordenada». Algo que podía aplicarse a su propia obra. Lo mismo que se aplicaba algo nunca suficientemente reivindicado cuando se habla de 'Ulises', el humor. Porque, según Joyce, que pensaba que hay algo de inhumano en los escritores que no tienen sentido del humor, la novela que ahora cumple un siglo «es fundamentalmente una obra humorística». Algo que no deben olvidar los aventureros que se acerquen a ella.
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