Borrar
Un examen de la EBAU en Valladolid en 2010. Rodrigo Jimenez
La trampa de la selectividad

La trampa de la selectividad

Abriendo el compás ·

«No nos vale con tener una de las pruebas más difíciles, que penaliza a nuestros jóvenes a la hora de escoger carrera»

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Sábado, 5 de junio 2021, 07:50

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Estoy seguro de que todos tenemos al menos un episodio en la vida que se puede etiquetar como: 'gran drama'. Ya me irán conociendo, pero yo atesoro en mi haber bastantes de esos. Sin duda, en el top ten está suspender selectividad, ahora llamada Ebau.

En mi casa aún no se ha superado aquel fracaso. Mi etapa durante el BUP y COU fue más o menos normal, podríamos decir que del montón tirando un poco hacia abajo. Algún verano le metí emoción con el Inglés, pero poco más. Siempre al filo de la navaja, buscando el cinco pelado.

Yo iba por letras puras, todas esas asignaturas que ahora la ministra Celaá ningunea gratuitamente diciendo que pueden amortizarse. El día de autos iba confiado en poder sacar adelante la faena. Con un buen margen de nota media, me valía simplemente aprobar.

Las horas previas se presentaron moviditas. No encontraba el documento nacional de identidad y, sin él, no había opción a examinarse, no te dejaban entrar. Superados aquellos momentos de broncas y regañinas, el deseado carné apareció y pude llegar a tiempo a la facultad de Biología, que era donde se realizaron los exámenes. La primera prueba de la mañana fue literatura, aparentemente bien. Hasta ahí puedo leer.

Pero de nada sirvió comprar los Pilots porque el tortazo fue terrible. Pasadas las fiestas de San Juan, aquello se materializó en un suspenso de los buenos, de esos que te llevan directo a un duro verano y a repetir la prueba en septiembre.

Por si esto no era poco, me empeciné en que aquello había sido una terrible injusticia. Fui a ver a un tío leído y cultivado para que me ayudase a redactar la reclamación y pudiera intentar lo imposible. Por aquel entonces, vivíamos en otra calle, con otros vecinos y otras gentes que engañaban a mi madre con la brillantez de sus hijos y las magníficas notas que sacaban. Ya saben, allí sólo suspendía yo, sólo perdía el bus yo y sólo se me olvidaban los deberes a mí.

Nunca creí que un suspenso en selectividad diera para tanto ni que alimentara tantas tertulias. La vecina, a imitación de la vieja del visillo del gran Mota, no hizo otra cosa que hacer guardia hasta que llegó aquella carta certificada, sin esperar para llamar a casa y preguntar a mi madre el resultado del recurso, casi al mismo tiempo en el que yo abría la carta y leía el famoso «Lamentamos…» con el que siempre empiezan este tipo de cartas. Efectivamente suspendí, pringué el verano, repetí selectividad y aprobé aun sacando un dos en Latín, una de las asignaturas que mejor llevaba.

Este mes, muchos jóvenes se enfrentarán a una prueba que condicionará su futuro. Una prueba injusta, en la que no existe la llamada igualdad de oportunidades. Y es que nueve comunidades permitirán examinarse con suspensos (¡casi nada!), mientras que en el resto se exige, como es obvio, tener todo aprobado.

Nuestra comunidad presume de tener los mejores alumnos según el Informe PISA. No nos vale con tener una de las pruebas más difíciles, que penaliza a nuestros jóvenes a la hora de escoger carrera. Porque hay 17 selectividades distintas con sus 17 exámenes. Y ahora la ministra le da un empujoncito más al asunto, con una ley que permite que se pueda ir al examen con asignaturas cateadas. Ya saben la calidad educativa como prioridad. Con estas medidas se pierde el respeto a la prueba y hasta el temblor de piernas del primer examen.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios