Siempre se ha dicho que en España enterramos muy bien, que somos expertos en dar tierra, en el Réquiem in pace. Dios te libre del ... Día de las alabanzas, cuando todos hablan bien de ti. Pedro Sánchez está muerto, lleva cadáver un tiempo y puede ser que no se haya dado cuenta. Eso pasaba en las novelas del Realismo Mágico: Ay, joder, que me parece que estoy muerto. Pero yo no creo que seamos tan expertos en enterrar, la mala hostia tarda más en pasársenos que las 24 horas que separan el fallecimiento del sepelio. Resucitar es lo que mejor hacemos, se nos da fantástico. Los ya viejos, recordamos qué malos cadáveres políticos hicieron Suárez, González, Aznar y Zapatero. Dejemos en paz a Calvo Sotelo, que no viene al caso. Todos se fueron de muy mala manera, apestados, repudiados.
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El amor público no existe, no se ama a los políticos, que se lo digan a Churchill o Degaulle. Adolfo Suárez creyó que sí, que se le admiraba con frenesí, dimitió de UCD y creó CDS en el convencimiento de que volvería por aclamación. Ja, ja, ja. Dos escaños, seiscientos mil votos, mucho menos que Alvise en las europeas. Pero, con el tiempo, los que echamos a pedradas, resucitan. Ahí tienen a González y a Aznar, ejemplos de mala muerte y hoy impartiendo doctrina, iconos de buen gobierno y mejor comportamiento. Zapatero, Zapatines, tuvo un fallecimiento menos doloroso, pero también sangriento, y por ahí anda. Pedro Sánchez, que es un cadáver que reclama tierra a gritos, también resucitará algún día. Háganme caso, nuestro odio es volátil, intenso pero efímero y un día, como hoy Aznar y González, será perdonado y le escucharemos criticar a su sucesor en la Moncloa. Sucesor que también saldrá a gorrazos.
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