Teoría del fracaso
Intruso en El Norte ·
«Quedarnos sin la Copa del Mundo, ver tuitear a Arnaldo Otegi y pensar qué es lo que nos espera el año venidero son motivos de sobra para pasarse con el Prozac»Se veía venir. La guardería futbolera hacía aguas, un mundial en invierno no es un mundial y así todo. Escribí por aquí que, en vista ... del descalzaperros mundial, había que creer en algo, en la Selección. Y mi gozo en un pozo, y España como siempre. Lo cual abunda más en esta sensación de tristeza pegajosa de los días festivos en los que los huérfanos somos más huérfanos. En 2010 le calcé la bufanda nacional a Lupo, mi perro de porcelana en pleno julio. Este año, lo he mandado a colocar el Nacimiento con parsimonia y sin caganer.
Quedarnos sin la Copa del Mundo, ver tuitear a Arnaldo Otegi y pensar qué es lo que nos espera el año venidero son motivos de sobra para pasarse con el Prozac. Para echarse la manta y no levantarse ni en las mañanitas de niebla ni en las tardes de paseo.
El ridículo patrio queda ahí, en el mismo álbum del codazo de Tassotti o de las lágrimas de Kiko. La sensación de que el guapo acabará con la rubia del cuento y de que por narices tenemos que conformarnos como mediopensionistas. En España se ha puesto el sol de todos los modos, en todos los ámbitos. También en el fútbol. Diciembre hiere ya como una navaja cachicuerna en mitad del pecho.
Ido el tiempo de los ídolos, empieza el turno del fracaso, de los fracasos. De ese lugar de donde salimos hará más de una década por un error del de arriba. Del que anda moviendo los dados del fútbol y de todo.
Mañana será lunes, sí, pero ha empezado demasiado pronto y demasiado mal la cuesta de enero. Y sucede que el fracaso acostumbra a ser contagioso en todos los órdenes de la vida.
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