Siempre me ha parecido que los estadounidenses se toman el catolicismo más en serio que nadie. No los obispos de Boston, los practicantes de a ... pie. O de a rodilla. Nada más hay que ver a esas jovenes americanas monísimas como trillizas de Julio Iglesias subiendo la Escalera Santa con las suyas. Y hemos visto a Nancy Pelosi endemoniada cuando le preguntan en una rueda de prensa si odia a Trump (por lo del 'impeachment'). La líder demócrata, claro, no tiene el sentido del humor de la cómica Joan Rivers, que tituló su libro 'Odio a todo el mundo. Empezando por mí misma'. Y saltó con que fue educada en un hogar católico y no odia a nadie. Así que tampoco al presidente. Trump, como le pasaba a Howard Hughes, no soporta que duden de su riqueza. Cuando fue al 'Roast', ese espectáculo televisivo donde te ponen verde, sólo puso una condición: que no hicieran chistes sobre si tenía menos dinero del que se suponía. Cada uno tenemos nuestras taras.
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