La madre
«El pesar de la Madre posiblemente le recuerde al de otras madres, una de ellas de plena actualidad, como si el dolor más primario, más atávico, pudiera usarse como lección de nada»
La madre. Más allá de cuestiones divinas, de creencias o de fe, en Semana Santa siempre me viene ella a la cabeza. Esa María humana ... que asiste como testigo impotente al calvario y sufrimiento de su hijo, que no puede hacer otra cosa que acompañarle silenciosa y reconfortarle en el dolor como sólo consuela la mirada amorosa de una madre. También pienso en ese Jesús humano consciente del dolor que está causando, que se sabe caminando hacia su fin portando la cruz que ella cargará para el resto de sus días, desgarrada y rota por siempre.
Todo en estos días de Pasión gira en torno a eso: al amor, comenzando por el que una madre siente hacia su hijo. La fe permite interiorizar esa procesión de tormentos por la existencia de un cariño aún más grande. Las calles se llenan de silencio y pasan del más riguroso luto a la alegría de la Resurrección porque así es lo divino. Pero ahí siguen estando los Jesús y María mortales, sufriendo cada uno a su manera. Él, dolor físico y emocional; ella padeciendo la mayor de las torturas: el sufrimiento contra natura porque los padres nunca deberían sobrevivir a los hijos.
El pesar de la Madre posiblemente le recuerde al de otras madres, una de ellas de plena actualidad, como si el dolor más primario, más atávico, pudiera usarse como lección de nada. Hay realidades que no deberían ser y son. Para solucionarlo, quizás el foco habría que ponerlo más en la ciencia prostituida que a golpe de billetera olvida cualquier juramento, que sobre una simple mujer. Pero una vez más parece importar más el quién que el qué para una parte de nuestra clase política; esa que siempre gritará Barrabás con tal de someter a quien no le muestre devoción eterna.
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