Shakespeare vuelve a escena con el 'brexit'
«La UE no tiene más opción que prepararse para afrontar un 'brexit' duro. Como en las tragedias 'shakesperianas', los personajes avanzan inexorables hacia un drama predestinado y Boris Johnson da la talla para ello»
Las relaciones entre Gran Bretaña y la Unión Europea nunca han sido fáciles. Se conocen tanto algunas reticencias británicas como la de Charles De Gaulle ... a su entrada pero, una vez superada su presencia, ingresó el 1 de enero de 1973. Fue con un Gobierno conservador presidido por Edward Heath; entonces la oposición era laborista fundamentalmente, aunque con división entre los mismos conservadores. No nació con buen pie la incorporación pues, a los pocos meses, la primera crisis del petróleo tuvo graves consecuencias para la economía occidental. Estas circunstancias podían enmascarar otro tipo de problemas incluso mayores, porque el Reino Unido estaba ajustándose a su nuevo estatus posimperial así que, para algunos, era fácil pensar que la UE era un estorbo más añadido a la crisis, máxime cuando comenzó la explotación del petróleo del Mar del Norte escocés en 1976. Ante la división ciudadana, el Gobierno laborista de Harold Wilson celebró un referéndum en 1975 para confirmar la permanencia en la UE. La participación fue del 64,4%, con un 67,2% de votos favorables contra 32,8%. Margaret Thatcher llegó a primera ministra en 1979 con reticencias crecientes hacia la Unión, pues defendía una relación preferente con EE UU, pero no actuó contra la UE.
Margaret Thatcher realizó una verdadera revolución conservadora en Gran Bretaña durante sus mandatos (1979-1990), paralela a la de Ronald Reagan en Estados Unidos; promovió las teorías de Milton Friedman («libertad de elegir») lo que suponía la reducción del papel del Estado a través de privatizaciones y la desregulación de la actividad económica. Tras vencer fuertes resistencias sociales, en la fase final de su mandato los resultados empezaron a ser favorables, incluso el hundimiento de la URSS, y dejaron vía libre a su herencia. Thatcher podía aceptar el Mercado Común, pero no la unión económica (empezando por el euro), ni mucho menos política, y con esa peculiar situación dejó las bases para relanzar la economía y el papel británico en un mundo que se adivinaba muy diferente. Londres recuperó peso financiero dentro de la UE y asumió poderosas transformaciones sobre restos imperiales; la City se renovó y, además, surgió otro abrumador centro internacional de negocios en Canary Wharf, parte de la reconversión de los Docklands, 2.100 hectáreas de antiguos muelles imperiales.
El PIB de la UE (2017) ascendió a 15,3 billones de euros y Gran Bretaña es su segunda economía con el 15,2% (2,356 billones euros). Su economía intracomunitaria supone el 47% de sus exportaciones y el 51% de sus importaciones. Aporta a la UE 10.575 millones de euros y percibe de ella 6.326 millones, lo que supone un diferencial de 4.249 millones de euros, un coste del 0,18% de su PIB que parece compensar las determinantes cifras comerciales precedentes, pues ayudar a los 'pequeños' crea un mercado 'grande'. En un mundo global, el 'brexit' es un retroceso y un mal negocio para todos, pero sus partidarios han ido en aumento, en especial tras la crisis de 2008, de modo que tienen un partido propio con esa única finalidad (UKIP), que ha ganado en algunas elecciones recientes. Como toda opción populista, busca chivos expiatorios ajenos (los emigrantes, la UE) y tiene claras las recetas de pasados brillos imperiales, aunque la economía británica ha prosperado en la UE.
Londres es un mundo aparte dentro de Gran Bretaña, genera el 22% de su riqueza y concentra gran parte de los elevados recursos del Estado; ha reconstruido su capacidad de influencia global, tanto financiera como creativamente; es la cuarta megalópoli en crecimiento de población del planeta 3.000.000 (un 50%) en 20 años y crece más y mejor que Nueva York porque atrae más talento; en la ciudad estadounidense hay 1.100.000 profesionales cualificados, en Londres son 1.650.000, muchos de ellos de la UE: la ciudad vive un efecto 'llamada en red' que atrae a empresas y este tipo de profesionales, como bien saben los titulados españoles. También se ha convertido en ciudad refugio de capital inversor y vive una burbuja inmobiliaria, pero hay intereses tan fuertes en mantenerla que, salvo breves períodos de estancamiento, continúa su crecimiento. Aunque el 'brexit' ha introducido una incertidumbre real, la ciudad es un hervidero de edificación, no solo en la City y Canary Wharf; edificios poderosos y rehabilitaciones innovadoras en su imagen y calidad edificatoria surgen en muchos barrios. La ciudad es un catálogo de los principales estudios de arquitectura y sus calles ubican sus obras como reclamos exportables.
Boris Johnson, el primer ministro, fue alcalde de Londres y promueve el 'brexit', a pesar de ser conocedor privilegiado de esa profunda transformación urbana que va mucho más allá de la irrupción de múltiples rascacielos en el apacible 'skyline' de la ciudad de hace cuarenta años. Al pasear ante decenas de miles de metros cuadrados de oficinas de Canary Wharf pienso en cómo se llenarán… La UE ayudaba a ello y su amigo Donald Trump ha desatado una guerra comercial global. No importa, ignora a la UE y piensa que siempre habrá otros candidatos y, como no creo que le importe el talento captado, la UE no tiene más opción que prepararse para afrontar un 'brexit' duro. Shakespeare vuelve a escena con ello; como en sus tragedias, los personajes avanzan inexorables hacia un drama predestinado y Boris Johnson da la talla para ello.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión