Sentido común
«¿Quién no ha perdido en algún momento el sentido común?, y ¿Quién no encuentra a su alrededor al que lo pierde con facilidad?»
Con razón los filósofos del pasado definieron la locura como pérdida del sentido común. Daban cuenta de ese modo del doble extravío de la enajenación, ... pues son dos los significados que encierra la expresión: la de no pensar de modo razonable y la de pensar de un modo demasiado personal, al margen de la comunidad. Al loco, en efecto, le calificamos como tal porque es irreflexivo y porque el sentido que encuentra en determinados hechos es tan individual que le margina de los demás.
Con el paso de los siglos la definición ha mostrado su solvencia y persiste viva en la actualidad. Lo logra en especial porque permite no separar tajantemente a locos y cuerdos, sino que reparte la locura por todo el género humano. Pues, ¿quién no ha perdido en algún momento el sentido común?, y ¿quién no encuentra a su alrededor al que lo pierde con facilidad?
Sin embargo, la definición empieza a sentirse amenazada. No porque reduzca su brillantez, sino porque el sentido común da muestras de cansarse poco a poco y apenas sostiene nada. El motivo de este fracaso podemos considerarlo doble. Por un lado, encontramos la explicación en un hecho convincente, en que la realidad es menos firme que antes, menos consistente. Aunque, en verdad, es difícil saber si este cambio, de ser cierto, se debe a la plétora informativa, a la difusión de tantas ideas, tan diversas y contradictorias al mismo tiempo, o porque la invasión de realidad virtual convierte poco a poco en algo irreal y de ciencia ficción la realidad natural, víctima propiciatoria de la extensión de la nube de datos y el metaverso. Y, por otro lado, como causa concatenante, tropezamos con la sorpresa, una vez más, de que en algunas sociedades importantes y de gran peso en el panorama internacional, sus dignatarios son auténticos lunáticos que con sus excesos y su torcido pensamiento oscurecen el sentido de las cosas y cancelan la razón. Y digo bien lunático porque hace referencia a una locura que ha perdido su sabiduría y su dignidad.
No obstante, aunque venga de antiguo la impresión de que el sentido común es el menos común de los sentidos, la evidencia de que estos líderes son populares y han sido, en general, elegidos tras votaciones legales y democráticas, convierte lo común, lo mayoritario, en una referencia que difícilmente admite el calificativo de sensata. Desde este punto de vista se entiende que se vuelva cada vez más difícil no desorientarse ante las preferencias de la gente, sus gustos, sus tendencias, sus placeres, su nueva dialéctica entre lo que es profundo o superficial. Lo sorprendente e imprevisible impone poco a poco el caos en la sociedad.
Sea como fuere, el sentido común ha perdido relevancia y se ha vuelto más difícil de reconocer y delimitar. Cada vez entraña menos dudas la idea, que ya retumbaba en la Antigüedad, de que volverse loco en estos tiempos puede ser una respuesta adecuada a la realidad.
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