Santa Bárbara
«España es un país a prueba de rayos malairados»
«Santa Bárbara bendita, / que en el cielo estás escrita / con papel y agua bendita. / Santa Bárbara, doncella, / líbranos de aquella centella, / de aquel ... rayo malairado. / Jesucristo sacramentado / en el ara de la cruz, / Pater Noster, amén Jesús», y otras mil jaculatorias, porque resultan infinitas las enderezadas a la patrona de los artilleros, de acreditada eficacia contra truenos y rayos: tanta y tan acreditada que hasta la santería cubana le rinde culto, sincretizada con Changó por los yorubas o con Nsasi por los kimbisas, y en estos momentos invocada aquí por los votantes que se sienten decepcionados (pocos o muchos, a saber, porque nadie los ha contado) al echarse encima la tormenta de los pactos, con el cielo de las urnas viniéndose abajo según y cómo.
A buenas horas mangas verdes, como se decía en los Siglos de Oro para poner en solfa la tardanza de los cuadrilleros de la Santa Hermandad, con fama de que solían presentarse en el escenario del asalto cuando los malhechores se repartían el botín a muchas leguas de allí. Pues más o menos así sucede en la hora presente de la vida política española, aunque prescindiendo de la palabra 'malhechores', porque no se trata de eso, ni tampoco, por descontado, está en liza ninguna suerte de cuadrilleros. La cuestión es mucho más sencilla e impecablemente legal: las cúpulas de los partidos políticos pactan a discreción, desarrollando estrategias y estableciendo alianzas que, a veces, resultan desconcertantes, cuando no francamente contradictorias con lo prometido durante las campañas electorales, música de viento ensordecida por el rayo de unos intereses a corto plazo que a veces cuajan en juntamientos constitucionalmente contra natura, como el del Ayuntamiento de Barcelona o el que se teme en Navarra.
A mi juicio, caben pocas objeciones. De tejas abajo y también de tejas arriba, aquí nos conocemos todos, de modo y manera que sorpresas, lo que se dice sorpresas, ¿cuántas y cuáles? Los decepcionados debieran de haberse acogido a Santa Bárbara en el momento de las votaciones. Después, mangas verdes. En fin, lo que sea sonará y, como la experiencia acredita, siempre que llueve escampa. España es un país a prueba de rayos malairados.
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