Procesión de fantasmas
Hay que ver hasta qué punto son capaces de sacrificarse al amparo del señuelo del bien común y con qué rapidez se acomodan en la acera de enfrente
A falta de la gloria de las procesiones de Semana Santa, este año se nos ha castigado por adelantado con la romería del salto de ... mata en versión política: menudo desfile de costaleros, disfrazados de nazarenos y penitentes, y qué habilidad para cambiar de andas que llevar a cuestas sin que se les apagasen las velas, soplase el viento por el lado diestro, arreciara por el siniestro o brotara del centro, buenos cofrades de su propia causa.
Primus inter pares, ese tal Toni que ha batido el récord de los cambios de devoción: coplero primero de UPYD, acogido a la guardia de honor de Rosa Díez, y abanderado luego de Ciudadanos, lugarteniente de Albert Rivera y macero de Inés Arrimadas, capilla esta de la que ha desertado en cuanto las rosas de la rivera lo arrimaron a otro casamiento, ahora con barbas, pero ya se sabe que «si sale con barbas, San Antón, si no la Purísima Concepción».
Hay que ver hasta qué punto son capaces de sacrificarse al amparo del señuelo del bien común y con qué rapidez se acomodan en la acera de enfrente, esa que hasta hacía bien poco consideraban intransitable. Si de muestra vale una frase, recuérdese ésta del tal nazareno: «Los españoles que quieran seguir votando a un partido que no luche contra la corrupción, pues que voten al PP».
Menudo viacrucis el de Murcia y cuántas tensiones de confesionario por estos lares. A ver si está de Dios que vuelva la normalidad, con la gloria de las procesiones de Semana Santa en la calle y los fantasmas en su sitio, los desvanes.
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