Plácido Domingo, el rey desnudo
«Siempre habrá que agradecerle que proyectase su amor por nuestra denostada zarzuela, revitalizándola y poniéndola en valor»
El mal uso de la bragueta ha eclipsado el brillo de una estrella sideral. El tenor y barítono madrileño Plácido Domingo se ha convertido en ... víctima de la fragilidad humana (y, a la vez, en su verdugo). Hoy es un apestado y su exitosa carrera ha trocado en una reputación lamentable. Otelo asesinó a su esposa por celos y luego se suicidó. Domingo, que tantas veces lo interpretó, ha retorcido la historia y ahora ha sido él quien ha sucumbido a manos de las mujeres.
Administrar los elogios y el éxito es una tarea colosal. Todo el mundo quiere conocerte, estrechar tu mano, acostarse contigo e, incluso, devorarte. Irradias un halo mágico, magnético, que hace sentir a quienes te aclaman unas sensaciones que no experimentan lejos de un escenario. El influjo que Plácido ejercía sobre el público no tenía parangón. Tal vez sea esa la consecuencia de su desgobierno primitivo, un poder mal entendido que aplicaba de un modo caprichoso, como ese niño pegado a un escaparate señalando todos los juguetes que se le antojan. Atrás quedan los interminables minutos de ovaciones, la rendición de pleitesía ante el monarca de la ópera.
Operalia, el concurso internacional que el artista creó para lanzar a talentos jóvenes, ha quedado herido de muerte. Su compromiso con la 'criatura' se reinventará en otra parte, aunque la estela de Plácido marcará su rumbo; en otras manos, pero tal vez no con el mismo entusiasmo y compromiso. Siempre habrá que agradecerle que proyectase su amor por nuestra denostada zarzuela, revitalizándola y poniéndola en valor en todo el mundo.
Cómo vivirá el resto de sus días alguien que reinaba desde un pedestal y que hoy contempla la interminable lista de cancelaciones y el desprecio de quienes han sido su sustrato vital. Habrá quien perciba vestido al rey, como en el cuento de Hans Christian Andersen, aunque los niños lo viesen naturalmente desposeído de sus ropajes. El hombre ha aniquilado al mito. Trágicamente, Plácido Domingo ha sido emasculado, como Farinelli, el 'castrato' italiano. Solo que ya no va a transmutar su excelsa voz.
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