La tenemos pequeña
El hecho de que Joe Biden no se haya dignado aún a mantener una conversación telefónica con nuestro presidente es un síntoma de que España es más un feudatario que un aliado
Sucede en la selva. Los depredadores eligen al miembro más vulnerable de sus potenciales presas con el afán de llenarse la panza. Extrapolado el concepto, ... con los seres humanos y las naciones sucede algo similar. Hasta donde alcanza la memoria reciente, España padece una vulnerabilidad que la coloca al albur del hambre de influencia y depredación exógena. Este viejo país se encuentra en el filo del acero que han forjado otros. La cimitarra del sultán marroquí constituye solo la penúltima, si bien es cierto que Mohámed VI ha incrementado su presión secular empoderada ahora por potencias extranjeras, que perciben como hienas el latente 'algor mortis' de nuestra estabilidad. El hecho de que Joe Biden no se haya dignado aún a mantener una conversación telefónica con nuestro presidente es un síntoma de que España es más un feudatario que un aliado. Nuestra falta de influencia en el mundo es evidente y clamorosamente enervante en Hispanoamérica, un espacio en el que nuestra acción exterior se traduce en pura palabrería anacrónica. Focalizar nuestros recursos en las tensiones territoriales es aventar al mundo que tenemos una cuña a través de la cual pueden penetrar las moscardas de la carne para depositar sus huevos y esperar a que eclosionen. El hecho de que nuestros jóvenes sufran un desempleo atroz; que nuestra mayor industria la conforme el volátil turismo, que nuestra deuda sea tres veces mayor que hace once años; que nuestras grandes empresas se reduzcan a cuatro constructoras que operan principalmente en el extranjero; que nuestra tasa de reposición vegetativa sea desalentadora, y que gobierne el peor equipo en una situación angustiosa. Todo lo anterior y más, nos lleva a concluir que la capacidad de maniobra de España es lamentablemente pequeña.
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