En el paraíso
Que no echen en saco roto aquel aviso de Pitágoras: «No vuelvas nunca la vista atrás, pues las Erinias siguen tus pasos», y en este caso las Erinias son la ruina
Con todas las actividades poco a poco recuperando el pulso, los toros no constituyen una excepción y, de las plazas a las dehesas, anteayer regresé ... al paraíso del Raso del Portillo, donde pasta la vacada histórica de los Gamazo, espacio de leyenda del campo bravo en el que Iñigo y Mauricio Gamazo mantienen la estirpe santacolomeña que fija el santo y seña de su tradición familiar, astados de culto en Francia, pero aquí ninguneados por «el sistema».
Tentaba Fernando Robleño, que muy pronto se medirá con ellos en el ruedo de Ceret, la capital torista de los gabachos, diestro al que yo subí a mis altares desde que lo vi en Las Ventas con 'Servicioso', una de las joyas del cura de Valverde, don Cesáreo Sánchez Martín, personaje de novela que criaba astados para el espanto. Veinte años hace y en la tertulia que siguió a su magisterio con cuatro vacas (las cuatro enrazadas), Robleño revivió muletazo a muletazo el vendaval de navajas y sombras de incertidumbre de aquella tarde. Todavía me estoy preguntando cómo fue que salió por su pie de la plaza.
Desde ese recuerdo, repaso los carteles que van apareciendo y no encuentro anunciados toros como los del Raso ni diestros como Robleño, que haberlos haylos. Y ante tal panorama me limito a apuntar que la Fiesta post-pandemia lo tendrá crudo si quienes mueven los hilos se obstinan en repetir sus repeticiones. Que no echen en saco roto aquel aviso de Pitágoras: «No vuelvas nunca la vista atrás, pues las Erinias siguen tus pasos», y en este caso las Erinias son la ruina.
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