Niños, única raza universal
«La infancia es indescriptible. Quienes únicamente están legitimados, sus protagonistas, no saben lo que es ese estado onírico de la vida y cuando ya lo viven»
Los niños. Su imaginación incontrolable vuela sin ataduras, sin dirección. Sus nerviosos pasos, sus locas carreras hacia lo prohibido, hacia todo lugar misterioso para ellos, ... lo que suele ser un peligro para su integridad. Siempre fue así y siempre lo será mientras exista un niño sobre la faz de la tierra. Los niños son mucho más inquietos que el universo que los alberga y los ignora. En ese hecho comienza para ellos el descubrimiento de la soledad esencial.
Todos los niños que nacen pertenecen a una única raza universal, nazcan en la nación o tierra que lo hagan y pertenezcan al grupo humano que sea. ¿Por qué se diferencian irreconciliablemente al crecer y madurar? La infancia es indescriptible. Quienes únicamente están legitimados, sus protagonistas, no saben lo que es ese estado onírico de la vida y cuando ya lo viven, no son objetivos pues sólo conservan una pálida memoria del tiempo fundacional.
Un niño es un dios ignorante de su poder y por eso realmente poderoso en su indefinición. Otro niño es un futuro hombre que, tarde o temprano, descubrirá en su indefensión que no es un dios y que nunca podrá serlo.
Sólo los niños entienden el mundo de la infancia, si no asumimos este hecho cualquier intento del hombre por racionalizar ese tiempo conduce a la incomprensión, a la intolerancia, a la desnaturalización de la infancia.
La sociedad es la responsable definitiva con sus inflexibles estructuras de los destrozos en sus hijos.
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