Navidades e incertidumbres
«La última semana nos ha puesto frente a dos bloques enfrentados e incapaces de llegar a acuerdos sobre cuestiones esenciales para la normal marcha de la nación»
Llega la Navidad con sus músicas, loterías o regalos; y, además, en este año, con mucha lluvia. Agua que hacía falta -aunque no tanta ni ... tan de golpe- y que toca por la noche su propia melodía encima de los tejados. Pues sacudió a España una borrasca de bíblico nombre -Efraín- que amenaza con desbordar ríos y acumular desastres. No vendrá la nieve -de momento- a depositar sus esperanzas blancas sobre las copas de los árboles en pinares congelados; ni a disponer un mantel impoluto en la llanura para la cena de los pastores con los ángeles. Porque, más que otra cosa, es una extraña sensación la que nos inunda: la de regresar a un tiempo y un lugar que -a pesar de que así lo prometan- no serán ya nunca los de antes. Regresamos, pero ¿adónde? No existe ni la nación ni el mundo de aquel entonces previo a la pandemia; anterior al miedo, a las muertes, a los errores y carencias de los cuales nadie se ha responsabilizado todavía; cuando aún no habíamos descubierto lo que no queríamos saber.
Es una época de incertidumbres la que nos espera; como si Santa Claus no terminara de llegar a la ciudad y los reyes magos no encontraran la estrella que debe guiarlos. Y, sin embargo, según expresaba la popular canción de Lennon, confiamos en que las navidades sean divertidas; que el nuevo año se nos revele como «uno de los buenos». En ese regreso a un país de «nunca jamás», ya estamos comprobando que algo muy importante se quedó en el camino. Puesto que la última semana nos ha puesto frente a dos bloques enfrentados e incapaces de llegar a acuerdos sobre cuestiones esenciales para la normal marcha de la nación; nos hemos despertado con una España en que dos instituciones básicas darían la impresión de hallarse de espaldas, con sus rostros tapados y las manos ligadas a la misma cuerda de incongruencias. No obstante, si relativizamos lo ocurrido -aun siendo grave- y lo comparamos con la situación actual de muchos países de nuestro entorno, podremos comprobar que la situación política tampoco es tan crítica: o no más de lo que un panorama global nos presenta en su conjunto.
De igual manera, y si seguimos contrastando escenarios y cifras, observaremos que los datos indicadores que presenta nuestra Comunidad Autónoma están entre los peores y más preocupantes del escenario nacional. Por esto -y la continua bronca que los dirigentes de Vox en el gobierno autonómico parecen haber traído a la política regional- hay ya comentaristas que especulan con la posibilidad de unas elecciones adelantadas en Castilla y León, al cumplirse un año de las últimas, que es el plazo indispensable para volver a convocarlas. Pero no es muy probable que tal cosa suceda cuando cabe pensar que la estrategia general del PP en España se va alineando con la fórmula de alianzas ensayada aquí.
Como algunos no nos resignamos a aceptar la identificación de esta región con un papel e imagen de páramo vacío o tierra de nadie, habrá que preguntarse qué falla y qué modos habría de remediarlo. Puesto que su misma ubicación central y de cruce de rutas le otorgan potencialidades que deberían ser desarrolladas; junto a otros valores que no han dejado de estar presentes, como lo serían -por citar únicamente unos pocos- la excelencia y preparación de su capital humano; la variedad y riqueza de sus paisajes, lenguas y culturas, entendiendo a éstas antropológicamente y no sólo como museos u obras de arte (aspecto en el que esta Comunidad también rebosa de magníficos ejemplos); sin hablar de la innovación, altura y excepcionalidad -que todos conocemos- de un campo como el agroalimentario, con productos y vinos que figuran entre los mejores del mundo.
Si bien habría de cambiar -quizá- el orden o enfoque en que se suceden tales elementos: en vez de seguir el rumbo reduccionista que -en tantas ocasiones- vemos se practica (es decir, de la cultura a la tradición y de ésta a la comida), abrir una senda desde la gastronomía a lo cultural. Asunto especialmente pertinente en estos días de gran consumo de alimentos. Y en los que hay que reivindicar, como no menos importante, lo que rodea a ágapes y brindis: la conversación, la compañía, el afecto…
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