Un bonito fantasma
«El sueño de Anouk se ha adelantado, ya no tendrá que pedirle a la hoguera un último papel determinado»
Con Anouk se va la primavera. La vuelta a los cielos de la actriz francesa ha puesto fin a esta estación con tormentas. Quizá ... porque los que más la lloran también están ahí arriba. Siguen las lluvias hoy y quién sabe si mañana. Tendrá que llegar San Juan para que vivos y muertos purifiquen su ascenso y salga de nuevo el sol.
Bertolucci, Altman, Varda, Fellini llevan esperándola mucho tiempo para que la diva haga de Maddalena otra vez desde la habitación de los discursos serios. Nosotros seremos Marcello, resignados a escuchar desde el asiento. Podremos, eso sí contemplarla en sus mejores momentos. Con gafas de pasta retro y pelo 'garçon', con moño italiano y guantes largos, con un abrigo tres cuartos o el visón y el pelo midi con la raya al medio. Sus gestos espontáneos se salen de la pantalla. Siempre con la sonrisa traviesa y la mirada afilada.
Con imagen o sin ella, en el cielo o en la tierra, a todos nos bastará con escuchar la risa de la actriz para entender por qué el poeta Prévert la bautizó Aimée ('amada' en francés). Es la risa de Lola, la que se ríe de todo y de nada. La risa de Maddalena, la que mira por encima de las gafas de sol. Lo que ella hacía era más que metacine. Su secreto fue saber que la vida era demasiado importante como para tomársela en serio.
El sueño de Anouk se ha adelantado, ya no tendrá que pedirle a la hoguera un último papel determinado. Se ha convertido en «un fantasma, un bonito fantasma» que jamás dejará de cautivarnos desde el otro lado.
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