¡Adiós!
«Hoy, primer viernes de agosto, muchos grupos de amigos se reunirán a festejar el verano esperando a la frase definitiva de la noche»
«Voy a cometer un delito». Nos dice mi amiga N. en cuanto se da cuenta de que se nubla el día. Lo primero que ... hicimos todas las amigas fue reírnos. Umbral recogió una frase de un amigo suyo muy parecida en 'Diario de un hombre burgués': «A mí es que hoy el cuerpo me pide comisaría». También rieron. Ya lo decía el escritor, «Un destello literario es, en último término, lo que mejor puede iluminar una farra de tres amigos».
Hoy, primer viernes de agosto, muchos grupos de amigos se reunirán a festejar el verano esperando a la frase definitiva de la noche. Juntos, viernes tras viernes, irán componiendo una especie de diccionario que recogerá las expresiones de la temporada. Los hay que tienen su propia jerga, extendiendo palabrejas curiosas como 'Abisal' o 'Woto' a otros grupos, que acaban heredándolos para actualizar su otro dialecto.
Ocurre lo mismo en las casas. Puede haber hermanos diferentes a la vista, pero rara es la vez que los escuchamos y no identificamos los mismos giros, las mismas cadencias. Ni qué decir de los gestos… Cosa mágica que, de grimosa, parece genética.
¿Quién no se ha visto levantando la ceja igual que su padre o frunciendo el ceño como la tía enfadada? Yo sigo tratando de mover las orejas como mi abuelo. Tengo, eso sí, totalmente interiorizada una expresión muy familiar que suelto en esas ocasiones en las que pasa algo grave que a mí me parece que tiene su guasa. La misma que dije cuando N. afirmó su vocación criminal el otro día: «¡Adiós!».
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