Maldecir de encuestas, elogio de adivinanza
«Su acierto más sonado, achacado por sus enemigos a un chivatazo diabólico, data de 1724, año en que pronosticó la muerte de Luis I, el rey más breve de nuestra historia»
Frente al cientifismo real o presunto de las encuestas electorales, algunas de las cuales más bien parecen meros cementerios de porcentajes blanqueados, aquí y ahora ... reivindico las jugosas adivinanzas de Diego de Torres Villarroel, el gran Piscator de Salamanca, poeta y dramaturgo, además de médico, matemático y astrólogo, varón con puntas de mago y aun de torero y sacerdote tardío. La joya de su quehacer literario es una autobiografía en la que acredita el éxito de sus 'Pronósticos', pliegos de anticipaciones tan aventuradas como extrañamente exactas en ocasiones notabilísimas.
Ojalá resucitase, sería el director más ingenioso de ese Centro de Investigaciones Sociológicas que pregona unos barómetros presuntamente basados en dos mil quinientas encuestas mensuales. En contraste con tan hercúlea acumulación de datos, don Diego tenía suficiente con observar las estrellas y consultar a los colegas nigromantes de la famosa Cueva de Salamanca, donde el diablo Asmodeo impartía clases de predicciones. Menuda clarividencia averiguadora demostró el gran Piscator con unos 'Almanaques', publicados bajo seudónimo, que los dómines cabras recibían con una hostilidad que él pagó con seis meses de encarcelamiento, castigo del que sabría desquitarse con la fundación del 'Colegio del Cuerno'.
Su acierto más sonado, achacado por sus enemigos a un chivatazo diabólico, data de 1724, año en que pronosticó la muerte de Luis I, el rey más breve de nuestra historia, hijo de Felipe V, al que sucedió con apenas 16 años y por el que fue sucedido al cabo de seis meses. Y es que, heredero de la corona por abdicación de su progenitor, este se vio obligado a asumirla de nuevo al resultar el joven monarca súbitamente arrebatado de este mundo por la viruela. Al rebufo de tan sonado aldabonazo, Torres Villarroel, apoyado por el obispo Herrera, regresó a Salamanca y se alzó con la cátedra de Matemáticas, aunque la verdad reza que fue de mala gana recibido por un claustro de cuyo beneplácito jamás gozó.
Su 'Vida', publicada en 'Trozos' en 1742, alcanzó cinco ediciones consecutivas, y ahora, tantos años después, sigue constituyendo una lectura apasionante. Más, muchísimo más entretenida que la interpretación de esos gráficos y porcentajes que a diario nos salen al encuentro y que a veces se dirían cocinados con caldo de votos.
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