La anécdota de 1962 que retrata el corazón de José Luis Lera
Durante sus años en Chile, el periodista vallisoletano consoló al guardameta de México tras recibir un gol en el último minuto en el partido de su selección contra España en el Mundial, disputado en el país andino
La noticia de la muerte de José Luis Lera me ha llevado a recordar, entre el dolor, la tristeza y la nostalgia, las muchas ... horas pasadas en la redacción de El Norte de Castilla y el tiempo, lento, confidencial, ceremonioso, que nos dedicábamos a charlar cerca de su casa, en la calle Muro, cuando salíamos del periódico, a veces casi de madrugada. Solos, sin prisas (José Luis nunca las tenía si estaba a gusto) repasábamos todo lo repasable, discutíamos y nos reíamos mucho. En una de esas noches memorables, le piqué para que me contara la formidable anécdota que protagonizó durante el Mundial de Chile, en 1962.
Pongámonos en situación: José Luis había emigrado unos años antes al país sudamericano para trabajar en un establecimiento de unos parientes. «Es como un bar-tienda que allí llaman Fuente de soda», nos explicaba. Añoraba España, su Valladolid y pensaba en regresar. Pero ¿qué mejor para espantar la morriña que animar a la selección española que iba a disputar el mundial de fútbol? Así que sacó entradas para los tres partidos que España iba a disputar en Viña del Mar. Todo eran elogios para el grupo de jugadores seleccionados por Helenio Herrera. Lo mejor de lo mejor: Di Stefano, que se quedaría sin jugar por lesión, Puskas, Gento, Luis Suárez, del Sol, Peiró, Collar, Eulogio Martínez, Garay, Rivilla, Santamaría… Lera estaba ilusionado, orgulloso, pero… primer partido y derrota (3-1) ante Checoslovaquia. O ganábamos a México o a casa. España dominó de principio a fin sin lograr marcar. Lo impidió una portentosa actuación de Carvajal, el portero mexicano. Último minuto del choque. Córner para México. Helenio Herrera se dirige a vestuarios convencido de que ya estábamos eliminados. Se saca el saque de esquina, rechaza del Sol, pone la moto Gento que va dejando adversarios atrás, centra y ¡gol de Peiró!. Los españoles se abrazan. Carvajal, desesperado, se tira al suelo y empieza a llorar. Desde la grada se lanza un espectador que va a consolar al guardameta mexicano. ¿Adivinan quien era? Pues, sí, ¡Lera, era José Luis Lera!
-Pero, vamos a ver ¿tú no querías que ganara España?, le preguntábamos.
-Claro, hombre, claro, pero me daba tanta pena el pobre Carvajal después del partidazo que había hecho.
Ese era, ya en 1962, José Luis Lera, una de las mejores personas que he conocido; un corazón grande, generoso; un hombre incapaz de hablar mal de nadie; alguien que siempre encontraba un matiz positivo o salvable hasta en las peores acciones o intenciones. Y los años no mermaron esa bonhomía. Al contrario, siempre hubo en su alma un lugar para la comprensión, para el abrazo, para la solidaridad, para la empatía, para la explicación cariñosa y razonada de sus opiniones y decisiones.
Estos días se ha escrito mucho, y bien, de su carácter, de sus virtudes personales y profesionales. Me uno a todo ello. Sin embargo, quería también incorporar mi pequeña aportación. Y hacerlo con la anécdota de 1962, esa que refleja su forma de ir por la vida. Creo que con ella se explica todo.
Un abrazo, José Luis. Tan fuerte y sentido como el que tú le diste a Carvajal en Viña del Mar hace más de 61 años.
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