La lista más votada
Proponer el gobierno de la lista más votada no deja de ser un «lindo eslogan», incluso biensonante, que, al menos en el ámbito municipal, no tiene mucho sentido
He ahí un clásico donde los haya. Un reclamo recurrente que se hace presente en ocasiones bien señaladas: cuando, estando cerca uno, o más, procesos ... electorales, quien tiene la expectativa de ser lista más votada, pero sin mayoría suficiente, lo invoca frente a los demás, y especialmente frente a su competidor principal, al que aspira a ganar, aunque sea por poco, pero, a la vez, se previene de la necesidad de tener que llegar a acuerdos con otros, que no desea o que no le convienen; cuando, celebradas ya las elecciones, el que ganó no obtuvo mayoría suficiente por sí solo, tiene dificultad, o imposibilidad, de llegar a acuerdos con quienes podrían permitirle alcanzarla, y reclama la abstención del principal competidor, sobre todo si éste tiene pocas, o ninguna, opción alternativa de gobernar, invocando aquél la regla de que se deje gobernar a la lista más votada, aunque sea en minoría, de manera que luego se vea obligada a llegar a acuerdos para sacar adelante sus proyectos.
No sé si, en este intento de describir las dos hipótesis de referencia, he aclarado algo el asunto o lo he complicado más. Pero es lo cierto que esas dos situaciones, que podríamos distinguir bien indicando que la primera constituye un reclamo preventivo, que se agita antes de las elecciones, mientras que la segunda suele ser una propuesta, o un lamento, que se esgrime a posteriori, una vez celebradas las elecciones y a la vista de los resultados que se hayan producido. En los tiempos que corren, conscientes todos de que las mayorías suficientes para gobernar en solitario en cualquier ámbito están más bien caras, no es de extrañar que el planteamiento se haya suscitado otra vez. Y, como siempre, quien lo formula, dice comprometerse a respetar el principio si hubiera de aplicarse en beneficio de otro; pero lo cierto es que no se han dado casos.
En el pasado reciente, como decía, el asunto de la vista más votada ha entrado en escena, de manera más o menos explícita, en varias ocasiones: así, allá por 2015/2016, siendo el PP el más votado en dos ocasiones, sin mayoría suficiente en ambas, hasta que aquella convulsa abstención del PSOE, tras la repetición de las elecciones, facilitó la formación de un gobierno en minoría, finalmente sustituido por moción de censura en 2018; volvió a plantearse en 2019, siendo entonces el PSOE, como partido más votado, quien solicitó reiteradamente la abstención del PP para gobernar en minoría, circunstancia que no se produjo y que motivó la repetición electoral, con inmediata formación de un gobierno de coalición que sigue gobernando.
Y vuelve a suscitarse ahora, de manera expresa, por el líder del PP, supongo que con la vista puesta en el evento electoral más inmediato que son las municipales de mayo próximo. Lo supongo, porque de su propuesta no se podía deducir con exactitud si la hacía extensiva a ese proceso electoral, a las elecciones autonómicas que coincidirán con él en unas cuantas Comunidades Autónomas, a las elecciones generales de final de año, o a todas simultáneamente. Y éste es, precisamente el primer aspecto a aclarar.
Las elecciones municipales vienen celebrándose en España con un modelo que ya se aplicó en las primeras, en 1979. Los vecinos eligen en cada Ayuntamiento a los concejales, en forma proporcional a partir de los votos obtenidos por cada candidatura, y los concejales eligen en la sesión constitutiva del Consistorio al alcalde, siendo candidatos todos los concejales que fueron cabezas de lista; si uno de ellos obtiene en esa votación mayoría absoluta de los miembros de la Corporación, sea porque su candidatura obtuvo la mayoría de concejales, sea porque recibe votos de otros concejales en virtud de acuerdos previos de gobierno o de apoyo, resulta proclamado alcalde. De no ser así, es alcalde el cabeza de la lista más votada, que gobernará en minoría y necesitará ir acordando sus decisiones, especialmente las que necesiten mayoría en el pleno. No hay una segunda votación, de manera que la regla de la lista más votada ya opera automáticamente a falta de una mayoría absoluta previa, con lo que también se evita la repetición electoral. Lo que tiene una lógica aplastante: hay primero una opción de gobernabilidad más estable a favor de quien disponga, o la alcance, mayoría absoluta; y hay gobierno de la lista más votado como alternativa.
Así ha funcionado el sistema español, y lo ha hecho generalmente de forma correcta. Claro que pueden plantearse alternativas: elección directa del alcalde por los vecinos; elección con doble vuelta, etc., siempre con las reformas en el funcionamiento municipal que eso traería consigo. Pero proponer el gobierno de la lista más votada, sin más especificación, con el argumento de que así se gana en estabilidad y se evitan alianzas inconvenientes o forzadas, no deja de ser un «lindo eslogan», incluso biensonante, que, al menos en el ámbito municipal, no tiene mucho sentido.
Otro análisis procedería en el caso de las elecciones autonómicas y generales que se resuelven mediante investidura en el correspondiente Parlamento elegido. Ahí sí que hay experiencias recientes que merecen reflexión desde la perspectiva de la lista más votada, como opción de gobierno con la finalidad de evitar repeticiones electorales. Y habría que pensar, en todo caso, si debe intentarse una primera votación de investidura por mayoría absoluta, como parece lógico, o incluso una segunda por mayoría simple, antes de que la lista más votada asuma el gobierno de forma automática. Lo que tampoco es obstáculo para que, convenidamente y a través de la abstención, se facilite esa opción de gobierno en minoría, si dan los números, por un acuerdo entre la lista más votada y la siguiente. Imagino que de esto habrá que ocuparse cuando se acerquen las elecciones generales; pero, de momento, el que lo proponga, que sea claro.
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