León, lamento y rabia
«León, la provincia, ha vivido especialmente en la última década un peregrinar por tierra de nadie»
No es casualidad que toda una provincia, al unísono, eleve su voz. Ni es casualidad que su expresión sea una mezcla única de lamento, desasosiego ... y rabia, profunda rabia. No es lo habitual, más en las frías tierras leonesas, que exista un sentimiento compartido y se exprese de forma compartida. No es casual, de verdad.
Para llegar a ello, para superar esa barrera que separa las sensaciones y las expresiones, deben haberse dado con antelación no pocos argumentos que empujen a una sociedad tradicionalmente serena a salir a la calle y mostrar su rechazo a una situación que se presume profundamente injusta y profundamente inmerecida.
León, la provincia, ha vivido especialmente en la última década un peregrinar por tierra de nadie, un caminar en el desierto ignorado, cuando no ridiculizado, olvidado y descuidado con alarmante indiferencia.
Lo que hoy ocurre en la provincia que abanderaba el 'viejo reino' no es una situación paralela a la dada en otras muchas provincias, no es el fruto de una crisis económica equiparable a cualquier otro lugar y desde luego no es victimismo. León agoniza porque nadie se ha tomado en serio los repetidos mensajes de socorro, visibles a través de los datos económicos, las estadísticas oficiales y las variables poblacionales.
Todo lo que se ha hecho en León se ha hecho mal o muy mal, y en ocasiones, excepcionalmente mal. Tan mal como se hizo la reconversión minera, tan pésimamente mal como se abandonaron los proyectos de captura de CO2, tan lamentablemente mal como se intentó esquinar el desarrollo del Inteco, tan rematadamente mal como se desentendieron todos los políticos de las necesidades estructurales de una provincia motor económico tiempo atrás y hoy condenada a sobrevivir en la UCI, enganchada a mil cables si quiere mantener su soporte vital. Cada día, 11 personas se van de la provincia, ya sea porque la abandonan o porque la tasa de natalidad no alcanza, y cada 24 horas dos autónomos cierran la puerta de sus negocios, uno al mediodía y otro por la tarde.
León tiene la tercera tasa de actividad más baja de todo el país y no supera ese pobrísimo listón si se hablara de la tasa de empleo y solo es líder en jubilados, por ahí está a una distancia récord del resto de las provincias. ¿Se entiende así mejor el hartazgo?
Cuando el escenario es el que es, y no el dibujo de colores que se recrea para la ocasión desde un buen número de partidos políticos y un buen número de gobiernos, sin exclusión, es mucho más fácil alcanzar a entender el grado de cabreo que recorre esta provincia de Norte a Sur y de Este a Oeste.
Si se analiza la realidad provincial, se entenderá con sencillez el motivo por el que miles y miles y miles de personas han salido a la calle este domingo en León, Ponferrada y Villablino, denunciando lo que todos saben desde hace años, lo que todos callan, la injusticia social, económica y política con una provincia que nunca ha dado un paso atrás cuando se le ha pedido generosidad.
El mensaje enviado durante el fin de semana no deja lugar a duda, queda en los responsables políticos alcanzar a comprender el mismo y buscar soluciones desde la voluntad y el realismo. La denominada 'Mesa por el futuro' de León, a la que se supone se sentarán los más avezados representantes, puede ser el primer paso en busca de unas soluciones que en ningún caso serán mágicas, ni inmediatas.
Entender que es el momento de actuar no para beneficiar a León y sí para recuperar a la provincia del enorme daño ocasionado, resultará determinante de hoy en adelante.
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