No leen, miran
Crónica del manicomio ·
«Llama la atención que las tiradas de los libros sean más cortas y que las pequeñas librerías broten en los barrios con más profusión. Como si la lectura avanzara en pequeños círculos de conocidos»La idea de que la gente lee cada vez menos está muy extendida y funciona como un tópico. Al 'giro lingüístico' que caracterizó el paradigma ... cultural del siglo pasado, se le opone el dominio de la imagen que preside el siglo XXI. Crece la superficie de la foto y se reduce la del libro. Sin embargo, nos confunden las cifras conocidas sobre el volumen anual de edición y los datos del barómetro de lectura y de compra de libros facilitados por el Ministerio de Cultura, que señalan un ligero aumento en todos los parámetros.
Sea como fuere, basta subirse al metro o tomar asiento en un vagón de Renfe para recibir la impresión de que el noventa por ciento del pasaje está absorto mágicamente y ha sido capturado milagrosamente por una pantalla. El viajero que permanece atento al papel impreso ha pasado a ser una excepción, y le observas sorprendido y miras enseguida a la cara, intentando captar en su fisonomía alguna pista sobre su hipotética perversión.
Es también curioso y responde a una lógica interna y entrañable que lean más las mujeres que los hombres, pues en una sociedad aún patriarcal llevan las de ganar en cuanto a vida interna y sensibilidad. Y un libro, sea cual sea su temática, no deja de ser siempre un viaje al interior de cada uno. Tampoco sorprende mucho que la curva de lectores descienda en la adolescencia y el jubileo final. Bajón que quizá se deba al exceso de actividad física en los jóvenes y de pasividad general en los añosos.
Llama igualmente la atención que las tiradas de los libros sean más cortas y que las pequeñas librerías broten en los barrios con más profusión. Como si la lectura, salvo en los textos más comerciales, avanzara en pequeños círculos de conocidos y las ventas se aprovecharan más en vecindad.
Ahora bien, la mirada que sustituye a la lectura y se concentra de ese modo en la pantalla pierde capacidad para el contacto directo con el mundo. Ya no es una mirada
dirigida a la realidad, o al menos a una realidad en primer grado, pues ahora se fija preferentemente en una reproducción de los hechos que se digitaliza y se transporta. Si observas a la gente compruebas que ya muchas personas en vez de mirar directamente los objetos y las formas del universo los fotografían o graban para darles veracidad. Sin esa duplicación no captan su existencia. La contemplación del paisaje y de las cosas cercanas ha dejado de valer por sí misma. Se necesita transformarlas en una imagen que se deje ver más tarde y que, sobre todo, permita compartirla con los demás. Sin esas condiciones los panoramas y las celebraciones no impresionan nada. Poco a poco nos preparamos para huir de una naturaleza que nos castiga y refugiarnos en el metaverso que la suplanta.
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