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Una niña da de comer a los patos del Campo Grande en una imagen de archivo. Henar Sastre

Galletitas venenosas

Óxidos y vallisoletanías ·

«No solo me siento un neoliberal extremo que mercantiliza el Campo Grande para el hedonismo más rudimentario sino, además, un terrorista que destroza ecosistemas y cadenas tróficas»

José F. Peláez

Valladolid

Domingo, 11 de junio 2023, 00:07

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Turra general en el Campo Grande

Esta semana, en Valladolid ha hecho un clima que parecía San Mateo: un poco de lluvia, un poco de sol, un poco de viento y ... un poco de sueño. Si aún se llevaran aquellas cazadoras vaqueras Levi's, me habría puesto una que tuve con un parche de los Sex Pistols. Aunque, en realidad, es muy posible que esas cazadoras se sigan llevando y el problema sea solamente que yo no me entero. Y, además, da igual; cuando en Valladolid sale uno de esos días de climatología ecléctica, no importa lo que te pongas. Necesitas atuendo técnico para una aventura extrema en el Ártico por la mañana, un desinhibido look dominguero el mediodía, un chubasquero como el de Chanquete para por la tarde y, por la noche, un sayo para batirse en duelo con el edredón, como diciéndole: «Sé que técnicamente ya es cuarenta de mayo, pero ahí te quedas un poco más. Que esto es Pucela». La cosa es que ese sentimiento otoñal se me pegó al estilo y me fui con la niña a dar un paseo por el Campo Grande. Si hubiera estado abierto el bar de la pérgola me habría sentado a tomar una caña con unas aceitunas y a leer el periódico, pero nada, no se nos logra, hay quien se obceca en que la Pérgola no sea la mejor terraza de la ciudad sino una especie de centro cívico para la participación ciudadana socialmente responsable donde el tejido asociativo se organice en torno a la integración cultural y a la acción social eco-friendly con criterios integradores y que cantemos el kumbayá dados de la mano saludando al dios Sol y a la hermana Luna. Qué pesadez, por Dios. Que solo queremos tomar una caña, señores. O más de una, para ser exactos. Pues nada, que mucha turra y mucho comer aceitunas con perspectiva de género, pero ahí está, vacía, una primavera más. Qué cruz.

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