¡A votar otra vez!
«Así que ahora unos intentarán mantener la ola y otros confiarán en la reacción. Pronto le daremos una vuelta a como evolucione tan interesante dinámica»
No sé si a estas alturas, una vez que han pasado ya dos semanas desde las elecciones del 28 de mayo, tiene mucho interés, ... o mejor, mucho sentido, volver al punto de partida, que fue el resultado de ese día. Porque lo que sucedió fue que inmediatamente después, justo al día siguiente, el punto de mira cambió de dirección, de forma no se si tan sorprendente, pero sí de forma radical. El único que puede hacerlo por sí mismo, que es el Presidente del Gobierno, disolvió las Cortes y convocó elecciones para el 23 de julio.
O sea, que en horas veinticuatro volvimos al modo de «campaña electoral continuada», si es que habíamos dejado de estarlo de mucho tiempo acá, y el 23 de julio se comió al 28 de mayo como objeto de atención preferente. Dicho de otro modo, hemos dejado de darle muchas vueltas a lo que pasó y hemos empezado a darle más vueltas a lo que vaya a pasar; al menos en términos políticos, la consideración de las causas del resultado de aquel domingo de mayo ha cedido el puesto al pronóstico de los efectos que puedan derivar ese otro domingo de julio. Una vieja contraposición esa: las causas y los efectos. Pero esta vez, una contraposición inminente, porque los efectos han sido contundentes y drásticos: ¡otra vez a las urnas y a por ellos cuanto antes ¡
Desde luego, la primera consecuencia es esa; el margen de evaluación de lo que sucedió en la pasada cita electoral se ha reducido al máximo, engullido por el debate de lo que podrá pasar en la próxima. Basta con un simple ojeo a los medios de comunicación: el análisis a fondo de los resultados locales y regionales quedó enseguida sustituido por las extrapolaciones, los nuevos sondeos, o las elucubraciones del siguiente trance electoral, ya a fecha fija. Y, en cierto modo, es una pena: hubiera sido interesante profundizar algo más, bastante más, en aquel resultado, porque es verdad que hubo de todo, sin perjuicio de la evidencia de una tendencia general más favorable al espacio político de la derecha que a la inversa.
Visto en términos globales, lo que ha ocurrido es que el PSOE ha descendido desde el 29,4% de voto municipal en 2019 (ese es el que permite una cifra acumulada, pues elecciones locales hay en toda España a la vez), al 28,1% en 2023, lo que no es mucho bajar; pero el PP ha subido de un 22,6% a un 31,5%, lo que es bastante subir; y luego VOX ha subido de un 3,6 a un 7,1, y Ciudadanos se desplomó del 8,7 al 1,3, y en lo que hay a la izquierda del PSOE es muy difícil poner cifras porque la pluralidad de opciones no facilita la acumulación. ¡Ah!, y la participación, que en las municipales nunca fue muy lucida (creo recordar que nunca alcanzó el 70%), bajó esta vez hasta el 63,9, la cifra más baja en lo que va de siglo. Y no olvidemos, además, que para obtener concejales hay que alcanzar, al menos, el 5% del voto válido emitido, lo que hace que muchas candidaturas no conviertan en representación sus votos. Así que el PP tiene 23.379 concejales en toda España, y el PSOE 20.767; los demás, a mucha distancia; para saber cuántos alcaldes y exactamente cuáles y dónde, habrá que esperar un poco hasta que se constituyan los nuevos Ayuntamientos y los concejales voten.
¡Pues vaya si merecía análisis este mapa municipal resultante y sus causas!, lo mismo que el mapa autonómico, donde hubo elecciones de este tipo, que no fue nuestro caso. Estas elecciones siempre tienen importantes ingredientes de proximidad y territorio, con factores particulares (las candidaturas, las personas, la gestión, los compromisos, la evolución demográfica, los acontecimientos puntuales, etc.) que pueden tener decisiva influencia y son capaces de explicar por sí mismos lo que pasó en cada sitio. Y hubo de todo; si hay que ejemplificar, el caso de Valladolid capital es bastante revelador. Se preveía igualdad o cercanía en los apoyos de los dos partidos mayoritarios, pero el ambiente no parecía estar de cambio y los pronósticos apuntaban más bien en esa dirección de continuidad; lo que tenía lógica política viendo con objetividad la gestión y las propuestas. Y, en efecto, el PSOE fue algo más votado que el PP (58.900 votos frente a 58.142), pero es que en 2019 la diferencia había sido de 59.981 a 50.522. Lo que ocurrió es que, además del empate a 11 concejales (en 2019 habían sido 11 y 9) un conjunto de circunstancias aparentemente menores ha resultado decisivo. En las municipales puede ocurrir eso, y suele ocurrir, que los votos obtenidos se dividen muchas veces para traducirlos en concejales y, al final, los cocientes se estrechan tanto que unos pocos votos arriba o abajo terminan decidiendo la mayoría, si el resultado es ajustado. Y eso ha ocurrido en Valladolid esta vez, como ocurrió en otras.
Las circunstancias a que me refería son variadas: que VOX haya obtenido 18.738 votos y 3 concejales, viniendo de 10.665 y un concejal, mientras que Toma la Palabra haya bajado de 17.754 a 14.448, y de 3 a 2 concejales; que Ciudadanos haya caído de 21.122 votos y 3 concejales, a 3.226 sin representación; que haya habido candidaturas de ínfimo resultado (la candidatura Contigo Avanzamos, pro-soterramiento, obtuvo 2.794 votos, que de algún sitio habrán salido, o a algún sitio no habrán ido). Hay de todo ahí: algunas circunstancias tienen alcance nacional (así la crecida de VOX, la bajada de la izquierda más allá del PSOE, el hundimiento de Ciudadanos, lo que permite concluir que el PP ha recibido de Ciudadanos tanto como haya cedido a VOX, mientras que el PSOE mantiene lo suyo pero no recibe lo que se cae a su izquierda, que habrá ido a la abstención a pesar de que han gobernado juntos); otras circunstancias son más locales, sin duda, y atañen a las promesas, a la personas, o a otras causas particulares.
Aún así, eso no es todo. Yo creo, y creo que es opinión bastante extendida, que ha habido una causa que, no por previsible según se desarrollaban los acontecimientos, ha dejado de sorprender. Estas elecciones tuvieron una carga de política nacional, buscada y ejecutada con ahínco. No parecían locales ni parcialmente autonómicas. El predominio protagonista de los líderes nacionales, la estrategia de actos, mensajes, discursos y promesas, el propio diseño publicitario, lo hicieron muy evidente. Y pasó lo que pasó; en un ambiente general donde priman los bloques, con una contraposición radical y agresiva de buenos y malos, donde tanto terreno ha ganado la política frente a la economía, y donde las tendencias hacia el plebiscito personal son tan arriesgadas, el plan de hacer de las municipales un calentamiento para las generales no ha sido un acierto. Especialmente en el caso del PSOE. Hubiera sido mejor dejar a sus candidatos el espacio que les correspondía, en cercanía y con contacto directo.
Así que ahora unos intentarán mantener la ola y otros confiarán en la reacción. Pronto le daremos una vuelta a como evolucione tan interesante dinámica.
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