El día de votar
Lo ideal sería que estas elecciones municipales, y autonómicas donde las haya, tengan su propia identidad y su propio contenido, y los electores voten lo que consideren más cercano a sus ideas, más ajustado a sus expectativas
En efecto, llegó el día. Hoy, día 28 de mayo, último domingo del mes, se celebran las elecciones municipales en toda España. También, como tantas ... veces se ha repetido, se celebran elecciones regionales en una buena parte de las Comunidades Autónomas, salvo en aquellas que, ya desde la transición, tienen dinámica electoral propia porque aprobaron su Estatuto de Autonomía en referéndum y han desarrollado sus legislaturas de manera particular. Y también, salvo en la nuestra, pero por otros motivos: aquí hubo una disolución anticipada de las Cortes regionales y nuestra legislación no dice que el Parlamento que se eligió en febrero del año pasado lo sea solo por el tiempo restante de la legislatura en marcha, sino que, con esa votación se inició una nueva legislatura de cuatro años. Así que, más allá del juicio de valor que a cada uno le merezca esa circunstancia (a mí no me gusta demasiado), lo cierto es que por primera vez se celebrarán las elecciones municipales sin elecciones regionales. Y ya se verá el efecto que tenga: quizá ayude a diferenciar e identificar mejor el significado propio de la votación para los Ayuntamientos; quizá influya sobre la participación, y no sé bien si en un sentido o en otro. Más o menos, lo sabremos a partir de mañana, cuando se sacie la curiosidad, porque estarán ya a la luz todos los datos y se podrán hacer todos los análisis.
Pero hoy es el día de votar. Y supongo que la primera obligación democrática de cuantos tengamos la oportunidad de hacerlo con alguna trascendencia pública, es animar a ejercer ese derecho. Más de una vez habré manifestado extrañeza por el hecho de que, comparándolas con otras, las elecciones municipales han contado habitualmente con un menor nivel de participación. Nunca entendí bien que, tratándose de una votación con repercusión en el entorno público más inmediato, en la que se ventilan proyectos sobre los asuntos de más directa incidencia, y en la que concurren candidatos más conocidos y más identificables, incluso en lo personal, la participación sea menor, y también con diferencias más ostensibles en función del tamaño de cada municipio. Más allá de que la política municipal despierte menos 'pasión ideológica' que, por ejemplo, la nacional, que es una de las razones que suelen alegarse, no alcanzo a ver motivos sólidos para este fenómeno.
Desearía, pues, que esta vez el pronóstico cambiara de signo, y que fuera por un aumento de la convicción ciudadana en cuanto al valor democrático de la participación. Sin embargo, no descarto que eso se produzca, pero por otros motivos: por este orden, por lo ajustado que parece estar el resultado en tantos Ayuntamientos y en tantas Comunidades Autónomas; y por el «sesgo de política nacional» que ha tenido esta campaña electoral, habida cuenta de lo cercanas que están las próximas elecciones generales.
En efecto, todo apunta a que los resultados van a estar apretados y, por tanto, a que van a depender de cantidades previsiblemente reducidas de votos, teniendo en cuenta las reglas de proporcionalidad que se aplican en nuestro sistema electoral para efectuar la atribución de concejales a cada candidatura que haya obtenido, al menos, el cinco por ciento de los votos emitidos. Más aún, en un contexto de pluralidad de opciones políticas como el que venimos conociendo en esta etapa de nuestra democracia, es igualmente previsible que las mayorías absolutas, o incluso suficientes, de un único partido o agrupación electoral no van a ser abundantes, lo que también supone que la gobernabilidad de las instituciones que ahora se eligen tendrá relación directa con acuerdos, alianzas o coaliciones, sea en forma de apoyos directos, que permiten acceder a la alcaldía al candidato que sume la mayoría del voto de los concejales, sea en forma de abstenciones, que dejan acceder a la alcaldía al candidato de la lista más votada, aunque no tenga mayoría. Póngase todo ello en común y podrá llegarse a la conclusión de que, más que otras veces en muchos lugares, la doble incertidumbre, en el resultado y en la gobernabilidad, pueden esta vez incentivar la participación. Pronto lo veremos.
Está luego el otro asunto que mencioné. Es evidente que esta campaña electoral, siendo tan solo municipal en nuestro caso, ha tenido un sesgo diverso, y no tanto de política regional a pesar de que no se celebraran esas elecciones, sino directamente de política nacional. Se ha podido percibir con nitidez aquí y allá, antes y después, en cada acto electoral, especialmente, aunque no solo, en los que protagonizaron los líderes nacionales, continuamente presentes en el escenario. Decía antes que la cercanía al próximo evento puede explicar que estas municipales hayan cumplido una función de anticipo de las generales de otoño; y, por tanto, que se hayan visto interferidas por la dinámica de la política nacional, construida en la contraposición tensa y cerrada de bloques, más que en la disputa bilateral entre partidos. O no solo interferidas; también teñidas de un ambiente que no había sido el propio de la votación municipal en otros momentos. Que esto vaya a influir en la votación municipal, y en qué medida, está por ver; pero podría ocurrir que, siendo cuantitativamente poca la influencia, lo sea más en lo cualitativo, en ese escenario de resultado ajustado.
Digamos en cualquier caso que lo ideal sería que estas elecciones municipales, y autonómicas donde las haya, tengan su propia identidad y su propio contenido, y los electores voten lo que consideren más cercano a sus ideas, más ajustado a sus expectativas, y más favorable a sus intereses en cada sitio. Y que, al día siguiente, si fuera el caso y fuera necesario, porque la convivencia se haya resentido en alguna medida, que todos, electores, elegibles y elegidos, estemos buenamente dispuestos a restaurarla, sin perjuicio de que la contraposición de ideas y propuestas siga viva, como debe ser.
O sea, que hoy es el día de votar, y mañana el de aceptar, hablar, acordar. Y convivir.
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