Los tocones del Acueducto

Pues ahora al 'acue', como dice la chavalada segoviana, se le acabó la fiesta de servir de amuleto, porque una ordenanza municipal sanciona que se le acaricie como a un tótem que te aleja de los malos espíritus. Ahora lo tocas y multa; te apoyas para, por ejemplo, atarte un zapato, y 750 'vencejos' que te cuesta. Quizá algún día le pongan un velo y nadie podrá ni mirarlo. Yo, cumplidor que soy, cuando vuelva a atravesar sus arcos, en medio de la melancolía por lo que fue y ya no puede ser, me guardaré las manos en los bolsillos para no tocar y pecar.

Porque nadie dijo que la vida en una ciudad bella y turística fuera fácil, que los segovianos lo saben, tan bien como los venecianos. Allí, entre los canales y sueño de viajeros de todo el mundo, hartos de las incomodidades que genera la masificación turística, tratan de aliviar su agobio con el cobro de una tasa de entre tres y diez euros a quien la visite solo por un día y no se aloje en un hotel.

Pero sus múltiples intentos han sido vanos y el último se frustró en enero, cuando el ayuntamiento volvió a suspender su plan, supongo que porque el operativo de cobrar es complicado. En Segovia, tampoco sería sencillo, como no lo es sancionar por tocar el Acueducto, un coladero de tocones por sus 167 arcos para acariciar alguna de sus 20.400 piedras.