Si quieres sillón dame perdón

Episodios de ese acatamiento generalizado vivimos muchos en la pandemia y aquí estamos, sin bajarnos de esa actitud. El último ejemplo se produjo el martes loco que sufrimos en Valladolid con la etapa de la Vuelta, con la ciudad partida por la mitad durante muchas horas. Demostramos civismo y paciencia y muchas ganas de coger una bici, enfundarte un maillot y asegurar para poder moverte que eras un gregario de lujo, aunque me temo que el camuflaje no hubiera colado, que el cuerpo nos delata. Pero ya pasó, que se dice a los niños cuando cogen un berrinche .

Ese mismo día en el que nos dábamos a la urbanidad y obediencia, a casi mil quinientos kilómetros de distancia, en Bruselas –ese lugar al que los políticos echan la culpa cuando carecen de argumentos–, el mayor desobediente de la Unión Europea, Carles Puigdemont, salía a escena para contarnos que el mundo está en sus manos. Con su traje habitual y sus gafas paradas en la historia, como los vehículos en Cuba, lanzó su propuesta que para resumir consiste en amnistía por investidura. Que si quieres sillón dame el perdón.

Y estábamos en el proceso de asimilación de tanta intensidad generada por las ruedas ciclistas y de prensa, cuando por la noche nos enteramos que Arabia Saudí se convertía en el principal accionista de Telefónica. Las matildes con pañuelo. Hay martes que deberíamos obedecer al refranero y ni te cases, ni te embarques.