Amigos hasta en el infierno
«La desconfianza que genera Vox antes de comenzar el partido que ha de jugar junto al PP gracias a los pactos municipales»
Entre mis recuerdos futboleros, que son muchos y la mayoría entrañables, conservo como un tesoro las tardes de crío en el viejo Zorrilla. Allí acudía ... con mi padre, mis hermanos y mi desmedido pero bondadoso tío Ninito, que si le decías ¡hala Madrid! te soltaba una propina y si no, allá tú. Y confieso que lo gritaba, con la boca pequeña, pero la pela era la pela, también en Valladolid.
Llegábamos para entrar con la comida en la boca, que los partidos eran a las cuatro menos cuarto de la tarde, y por la tribuna más cercana al Paseo de Zorrilla, accedíamos en tropel, que lo de los tornos fue un invento posterior.
-Señor Rojas ¿cuántos niños han entrado?, le espetaba el portero al que conocía.
-A saber, que estaban con amigos y primos y no sé los que eran, respondía mientras enseñaba los carnets y su interlocutor sonreía con complicidad.
Ya dentro nos colocábamos lo más cerca posible del campo para ver mejor a los jugadores. Y ahí llegaba el momento que más nos gustaba, cuando dos señores pequeñitos y de voz aguda y chillona, voceaban a pleno pulmón todo lo mejor en insultos al asomar el árbitro por la puerta de vestuarios.
-Pero si aún no ha hecho nada, les decía mi padre.
-Ya lo hará, ya lo hará, contestaban.
El recuerdo de esta anécdota reiterada es ahora recurrente al comprobar la desconfianza que genera Vox antes de comenzar el partido que ha de jugar junto al PP gracias a los pactos municipales. «Algo harán», repiten algunos, un penalti en contra de los presupuestos, un fuera de juego flagrante en movilidad y cosas así, que espero no provoque el descenso a Segunda, que lo de tener amigos hasta en el infierno para sobrevivir es legítimo, pero tiene el peligro de quemarte.
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