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Sánchez e Iglesias, tras la firma. EFE

Ego, insomnio y mutación

La aventura humana ·

Una vez firmado el papelote, Pablo Iglesias advirtió a sus seguidores de que tendrían que renunciar a una parte sustancial de sus postulados. Claro: una cosa es predicar y otra dar trigo

Roberto Carbajal

Valladolid

Miércoles, 20 de noviembre 2019, 07:30

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El papa Francisco reveló ante un grupo de periodistas que en su juventud fue portero de discoteca y limpiador. Y les contó un chiste: «¿Saben ... cuál es la mejor forma de suicidarse que tienen los argentinos? Encaramarse en lo alto de su ego y lanzarse al vacío». Salvando las distancias entre un papa (Bergoglio) y un aspirante a serlo (Francisco Igea... y olé, emulando la copla de Quiroga, León y Quintero), el segundo aspira a devolver la vida a un cadáver, un sosias del doctor Frankenstein. Imagino ante el espejo a este valedor de las causas perdidas reflejándose en escorzo diciéndose «yo soy el hombre», como si se inspirase en 'La creación de Adán', de Miguel Ángel, plasmado en la Capilla Sixtina. Sí, porque Igea es el Hombre, el revolucionario de la especie política, un visionario maltrecho pero autosuficiente que cree ser imprescindible para que Ciudadanos no navegue al pairo, aún más. Su iluminación le lleva a asegurar que los naranjas atesoran diez diputados en Madrid y un gran poder territorial, como avales de su potencial. Pobrecito hablador.

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