Imágenes y palabras
«A veces, se abusa mucho, yo creo que demasiado, del poder de la imagen en la actividad política, y de vez en cuando la imagen se revuelve y juega malas pasadas»
Que vivimos en un contexto mucho más visual que verbal no ofrece muchas dudas; que por muy abundante que sea la palabra, nada es tan ... directo y convincente como una imagen, tampoco. Las pruebas son muy contundentes: podemos explicar un suceso, o una determinada situación, a otra persona con todo lujo de detalle, con una descripción precisa e impecable para que se haga una idea suficiente; pero si de ese acontecimiento disponemos de un testimonio gráfico, su comprensión está garantizada, sin perjuicio de que una buena explicación contribuya a entender mejor su significado, sus causas y sus consecuencias. No sé lo que saldría si intentáramos medir el tiempo que cada persona dedica cada día a observar imágenes, sean estáticas o en movimiento, y a leer textos; si lo hacemos por tramos de edad, es probable que la proporción de tiempos fuera favorable a la imagen hacia abajo, y a la palabra hacia arriba, aunque intuyo que últimamente se ha ido equiparando tal tendencia. En todo caso, es una simple impresión, nada rigurosa.
A confirmar el citado predominio de la imagen sobre la palabra viene ese dicho tan categórico de que «una imagen vale más que mil palabras». Asumido por la sabiduría popular, que creo yo que lo ha otorgado ya el título de refrán, por la reiteración con que se le invoca y por el crédito que se le concede, debe ser cierto que responde a la realidad y a la convicción generalizada de que así es. Y seguramente es eso lo que ha convertido a la imagen en un instrumento recurrente del mensaje, en muchos ámbitos sociales y culturales, y también, de un modo muy particular, en la actividad política. Baste comprobar la insistencia, a veces obsesiva, con que se pretende difundir una determinada imagen, solo comparable a la insistencia con que otras veces se trata de evitarla, alterarla o compensarla. Esa otra vertiente del fenómeno, la que nos dice que «el mensaje es el medio», lo corrobora con toda exactitud: el medio (a estos efectos, la imagen o la palabra) por el que se transmite el mensaje influye tanto sobre la percepción de éste, que con mucha frecuencia condiciona su mismo contenido.
Hasta aquí la teoría. Porque, divagando yo conmigo mismo sobre los límites del predominio de la imagen frente a la palabra, tomé la referencia de unas cuantas imágenes que, hace unos días, se hicieron virales (¡horrenda expresión ésta para decir que fueron muy vistas!) y, tras darle una vuelta, llegué a conclusiones bastante paradójicas. O sea, que siendo cierto que una imagen vale más que mil palabras, también lo es que, de vez en cuando, hacen falta mil palabras, o bastantes más, para intentar explicar que aquello no era lo que parecía, o que era más de lo que parecía, o que era menos, o simplemente que era precisamente lo que parecía. Ya podrán imaginar que la cantidad de palabras suele ser directamente proporcional al interés político en conseguir, o en evitar, según el caso, una determinada interpretación de la imagen en cuestión, teniendo en cuenta el impacto que haya tenido. Y la verdad es que encontré un ejemplo para cada una de esas cuatro intencionalidades, con su orden cronológico.
La conocida 'foto de Colón', exponente de la manifestación contra los indultos, necesitó muchas palabras para explicar que aquello no era lo que parecía, sino algo distinto; esto es, que a algunos de los presentes no se les debía mezclar, ni confundir, ni identificar con otros de los presentes, pues simplemente habían coincidido en un lugar y en un objetivo puesto en marcha por terceros. No sé si lo han logrado, porque la fuerza de una imagen puede ser tal que no resulta sencillo contrarrestarla con palabras.
En un contexto totalmente distinto, pero con algunas concomitancias en la interpretación, apareció la imagen del corto paseo del Presidente del Gobierno con el Presidente de los EE UU. Aquí la intención de las palabras posteriores tenía otra clave: insistir en que era más de lo que parecía; o sea que la imagen no expresaba suficientemente la realidad, ya que la breve conversación habría dado para mucho más contenido del que podía desprenderse de la imagen. Tampoco sé si se ha logrado; me temo que no. Jugaba en contra el hecho de que con carácter previo se hubiera creado amplia expectativa de una reunión bilateral, tal vez con excesivo alarde; y es evidente que entre una reunión y un breve cambio de impresiones en lo que pareció simple coincidencia en un tramo del itinerario común de acceso a una reunión, hay cierta diferencia, aunque todo tenga su valor en el ámbito de las relaciones internacionales.
Un ejemplo distinto, radicalmente distinto, lo ofreció al poco tiempo la foto del saludo entre el president de la Generalitat y el rey. El objetivo de las explicaciones posteriores era poner de manifiesto lo contrario que en el caso anterior: que era menos de lo que parecía; algo así como que solo se había cumplido con una regla mínima de aquello que en la escuela llamábamos urbanidad (ahora sería un gesto de educación), consistente en no negar el saludo a quien nos lo ofrece. Hasta ahí, pero nada más, ningún otro significado en lo que atañe a la cuestión de fondo, que es la del contencioso de aquella Comunidad con el Estado español, cuya Jefatura ostenta constitucionalmente el Monarca. Quizá las explicaciones iban particularmente dirigidas a tranquilizar a los otros partidos nacionalistas, visiblemente molestos, ya que son ellos los que votaron la presidencia de ERC, pero eso no cambia la singularidad del episodio.
Y, finalmente, una imagen de la que se puede decir que era simplemente lo que parecía ser, y lo que se quería que fuera: la Presidenta de la Comisión Europea entregando al Presidente del Gobierno las carpetas del visto bueno a los proyectos para ejecutar aquí la importante cuantía que nos corresponde en el Fondo europeo de recuperación. Para tan positiva noticia no hacían falta muchas explicaciones suplementarias; no se trataba de que fuera más, ni menos, de lo que parecía, bastaba con que pareciera lo que realmente era, un paso fundamental en un largo camino que aún tiene por delante un amplio trayecto lleno de requisitos y de compromisos. Pero España era el primer país en recibir ese visto bueno y con elevada calificación.
Luego llegaron las fotos del indulto, casi todas evidentes, sin necesidad de mucha palabra añadida. Pero este es capítulo aparte y de otro negociado, que dará tarea.
En fin, que no sé bien qué conclusión sacar en conjunto. Dejémoslo en que casi siempre una imagen vale más que mil palabras, pero que a veces hacen falta mil palabras para matizar una imagen, sea por exceso o por defecto. Y en que, también a veces, se abusa mucho, yo creo que demasiado, del poder de la imagen en la actividad política, y de vez en cuando la imagen se revuelve y juega malas pasadas. Son sus ventajas y sus inconvenientes, oiga; ni más ni menos.
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