Un Gobierno de cristal

Aunque con el aliento contenido durante la votación, finalmente Pedro Sánchez ha sido investido presidente. Ahora comienza el difícil reto de gobernar durante cuatro años ... y con el paradigma de demostrar que la coalición no saltará por los aires a las primeras de cambio. Aun así, ese es el menor de los problemas para los socialistas y sus socios. Lo verdaderamente preocupante es la tutela que los independentistas vascos y, sobre todo, catalanes van a ejercer sobre la nueva correlación de fuerzas (y egos) que van a copar la vida pública durante quién sabe cuánto tiempo. El principal objetivo debe ser sacar adelante los Presupuestos, piedra angular de cualquier plan de gobierno. Una vez logrado este propósito, y con el previsible periodo de gracia que concederán al tándem Sánchez-Iglesias, llegará el momento de abordar los compromisos acordados con el secesionismo de ERC y los satélites vascos. Se apunta a una consulta al pueblo de Cataluña (no un referéndum) no vinculante, pero el secesionismo no se va a conformar con eso, por carecer de sustancia. Además, a los republicanos de Esquerra ya están comenzando a llamarlos 'botiflers' (traidores) los acólitos de Torra/Puigdemont, partidarios del 'no' a Sánchez. Tampoco es moco de pavo la más que previsible convocatoria de comicios legislativos en aquel territorio, en el que se pugnará por demostrar quién de los concurrentes es más independentista.