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Ibarrola
Crónicas del manicomio

Recuerdos del olvido

«Nada nos hace más sabios que reconocer con agrado todo lo que de nosotros mismos ignoramos»

Fernando Colina

Valladolid

Viernes, 11 de julio 2025, 06:57

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El psicoanálisis descubrió que no somos enteramente dueños de nuestros deseos, algo que, imprecisamente, se sabía desde la Antigüedad. Hoy, ya más seguros, reconocemos que ... el palpitar de caprichos y anhelos que nos guía por la vida proviene en gran parte del inconsciente, que es la instancia secreta que gobierna la conciencia desde el silencio y la oscuridad. Sin embargo, en el presente, cuando más o menos reconocemos el esfuerzo que dedicamos a ocultar en los sótanos del espíritu muchos propósitos dolorosos que nos cuesta tolerar, ha surgido una nueva penumbra. Desde hace unas décadas tratan de inculcarnos que una buena parte de nuestros deseos no nacen de nosotros mismos, de nuestro bagaje experiencial, ya sea consciente o inconsciente, voluntario o involuntario, sino que son un injerto directo de la familia o de la sociedad. Lo llaman performatividad y responde a un forma nueva de inconsciente cultural, que consiste en un apelotonamiento ciego de deseos que ni siquiera provienen de la práctica personal sino de la de los demás. Cuesta asimilar esta nueva demostración de que nuestra libertad está muy reducida sin que por ello, curiosamente, disminuya la responsabilidad. Pues basta que algo trascienda a la conciencia, aunque sea una pequeña superficie de la realidad, para que tengamos que dar cuenta de las propias acciones en su totalidad. Ni la ignorancia sobre el origen de nuestras intenciones nos libra del pecado, ni tampoco el desconocimiento de las leyes nos exime de su observancia.

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