Falcon y pesebrismo
La muleta del dichoso Falcon solo se esgrime cuando el poder lo ostenta la izquierda, cuyo espectro ecologista parecen patrimonializarlo los que censuran su supuesto uso desmedido
Como persiste una pugna feroz en la prensa conservadora de Madrid para dilucidar quién ríe más las gracias a la derecha y aledaños, es válida ... cualquier insidia. Si el objetivo es derribar a Pedro Sánchez en tierra, nada mejor que sentarse a esperar y verle caer desde el cielo por su cesarismo. Otra cosa es la obviedad. Cada día crece más la bola que agita el 'mal uso' del avión gubernamental por nuestro presidente. Y el discurso ha calado tanto que ha aterrizado en los cafés, en donde se legisla con desahogo. Hemeroteca en mano, es fácil colegir que la muleta del dichoso Falcon solo se esgrime cuando el poder lo ostenta la izquierda, cuyo espectro ecologista parecen patrimonializarlo los que censuran su supuesto uso desmedido. Este debate de patio de porteras no tiene lugar en ningún país.
Pero ¿qué entraña una herramienta como esta? 1. Agiliza la concurrencia puntual de la autoridad sin demoras aeroportuarias. 2. Preserva la confidencialidad de las conversaciones y, por tanto, aísla a los malintencionados que podrían servirse de ellas. 3. Evita una posible agresión cuerpo a cuerpo, que podría desestabilizar a una nación. 4. Permite cumplir con agendas imprevistas. 5. Facilita la encomienda del equipo de seguridad. 6. Aunque per cápita pareciera consumir más combustible, su tamaño lo hace más eficiente en crucero que el Airbus de la cancillería alemana, la presidencia gala o el Air Force One estadounidense. 7. Este avión se ajusta a la relevancia de nuestro Estado. 8. Los gobiernos empleaban en el pasado naves de segunda mano que provocaban averías constantes, dando al traste con visitas de Estado o escalofriantes aterrizajes, como los vividos por Aznar.
Podría seguir enumerando las bondades del pájaro, pero es tontería.
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