¿Tiene ética la guerra?
Los tratados internacionales no sirven para contener las más oscuras pasiones que permanecen larvadas en nuestro interior
Voy a matarte, pero tengo que seguir las normas. Así podría resumirse vagamente lo que destila el amasijo de los tratados internacionales que rigen la ... guerra desde, al menos, el siglo XIX. Muchas de las convenciones asumidas para dotar de falsa humanidad a este tipo de tragedias se sumergen en una hipocresía que es difícil de calificar aquí. La guerra solo acarrea desolación; carece de alternativas. Las imágenes remitidas desde Bucha ponen de manifiesto que un cáncer como el que vivimos en Ucrania es producto, exclusivamente, de nuestra maldad intrínseca. Los tratados internacionales no sirven para contener las más oscuras pasiones que permanecen larvadas en nuestro interior. Contemplar en nuestros días aquella ciudad ucraniana sembrada de cadáveres civiles nos ha proporcionado un baño de realismo. Gente en bicicleta con unas naranjas, un perro junto al cadáver de su 'amo' esperando no sabemos qué; otros, con las manos atadas en la espalda a quienes dispararon sin contemplaciones… Un sinfín de escenas disparatadas que la Convención de Ginebra y sus hermanas no pueden digerir.
En 1943 un grupo de oficiales alemanes trazaron la Operación Valquiria. Decidieron acabar con Hitler. Claus von Stauffenberg, el líder del plan, trasladó una bomba de relojería hasta la Guarida del Lobo. El artefacto explotó, pero una mesa impidió que acabase con el Führer. Los conspiradores fueron ejecutados.
Tal vez alguien en Rusia esté trazando un plan para arrestar a Putin. En toda conflagración siempre se mantienen canales de comunicación abiertos. Se aplicaron durante la Guerra Fría, evitando la aniquilación del mundo. Pero está lejos de nuestro alcance saber quiénes serán hoy los intrépidos interlocutores que maniobran para reducir a este sanguinario zar.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión