Que nada estropee una buena historia
«Vargas Llosa viene siendo noticia no por sus obras pasadas ni recientes, sino por su separación de Isabel Preysler; pero lo llamativo es que quienes escriben acerca de ello cometan pasmosas inexactitudes»
Parece que, en los últimos tiempos, los medios de comunicación se han escorado –en alguna medida– hacia tres temáticas principales, relegando otras como la información ... cultural: sucesos, deportes y corazón o 'mundo rosa'. No de otra manera puede interpretarse que, si conectamos cualquier cadena de televisión a tal o cual hora del día, predominen en ella las nuevas de una agresión, robo, asesinato o tiroteo. Se diría que lo que, antaño, era sólo asunto de la prensa especializada en hechos espeluznantes, como 'El Caso', ha llegado a inundar –hoy– buena parte de las crónicas televisivas y periodísticas. Incluso si lo que se aborda corresponde a un ámbito deportivo o político, la novedad a resaltar suele ser de carácter distinto: piénsese en la presunta violación atribuida a un famoso futbolista o la racista ejecución simbólica de otro.
Vargas Llosa, por ejemplo, viene siendo noticia no por sus obras pasadas ni lo que ha escrito recientemente, sino por su separación de Isabel Preysler; pero lo llamativo no es tanto esto como que quienes escriben acerca de ello cometan pasmosas inexactitudes. Así, las de uno de los muchos medios digitales que se cuelan en nuestros móviles donde se decía, a propósito del críptico relato publicado por el Nobel en supuesta alusión a su expareja: «El libro causó verdadero furor entre los fanáticos del poeta, quien nos volvió a hablar de forma directa sobre la madre de Tamara Falcó». Lo que se podría calificar como no «dar ni una en la diana». El texto al que el anónimo «escribidor» se refiere no constituye –propiamente– un «libro», sino un cuento; Vargas Llosa es celebrado como novelista más que como «poeta», a pesar de haber escrito versos estimables; dicha narración no «habla de forma directa» de «la madre de Tamara Falcó» (a la que hasta ahora creíamos más conocida que su hija), sino –sibilinamente– de un anciano decrépito y unas mujeres con apariencia de arpías empolvadas e incontrolable afición a los potingues de belleza.
No se trata de la única falta de rigor que, en las últimas semanas, se ha perpetrado desde los medios: en un canal privado, una tertuliana mencionó la anécdota según la cual Esperanza Aguirre habría «bajado de un helicóptero en calcetines»; se mezclaba –de modo estrambótico– el episodio de aquel vuelo forzosamente corto que la política del PP realizó, junto a Mariano Rajoy, con el momento en que Aguirre salió a hablar ante los periodistas después del atentado terrorista ocurrido en un hotel donde se alojaba en Bombay. El error es morrocotudo, pues un aterrizaje abrupto e inesperado –como el acaecido tras el fugaz trayecto por el aire que inició la lideresa madrileña con su entonces jefe de filas– no justifica que descendiera del aparato «en calcetines».
En la televisión pública, una presentadora «seria» de programas matinales comentó –hace días– la rueda de prensa que «nunca existió» y en la que García Gallardo anunciaría, con Carriedo al lado, un protocolo que –conforme a la versión del PP– «jamás llegó a acordarse»; y se empeñó en repetir que había sido el «consejero de Sanidad» –no el portavoz de la Junta– quien se sentaba con el vicepresidente y miembro de Vox.
Cierto es que la confusión en torno a este punto fue tanta que cabe equivocarse de cargo, pero errar varias veces produce la impresión de no haber prestado suficiente tiempo o atención a la noticia. Sin embargo, nadie la contradijo entre los presentes en la mesa de análisis que la periodista dirige, como si en el ámbito de la información prevaleciera el imperativo narrativo de fantasear lo que sea necesario con tal de no estropear una buena historia. Porque el relato que se quería enfatizar era –sin duda– el de los sorprendentes sucesos que pasan en Castilla y León. Tan anómalos y chocantes que todo lo que se diga merecería crédito.
Al final, va a tener razón «el poeta» Vargas Llosa cuando recordaba, refiriéndose a Homero –como padre de la poesía y no del periodismo–, que tampoco importa que los relatos cantados por aquél «tuvieran raíces en la historia real», ya que su fantasía habría embellecido «las anécdotas que traían los marineros de sus viajes».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión