Estridencias franquistas

En España la rehala de Francisco Franco no vive asediada por la vergüenza, sino todo lo contrario. Pasean el vestigio del dictador henchidos de orgullo y trufados de decenas de millones de euros, una fortuna amasada por tener un abuelo famoso. Todo el mundo se ha acostumbrado a los posados de María del Carmen Martínez-Bordiú Franco. Se ha paseado por los platós y ha dibujado su sonrisa en los saraos con 'photocall' de fondo y en el cuché de las revistas. Ahora Felipe VI le ha otorgado el título de duquesa de Franco con Grandeza de España, heredado de su difunta madre, que duerme el sueño eterno en la madrileña catedral de la Almudena. (No olvidemos que fue el rey emérito quien concedió el título a la madre de la criatura). Imaginen que en Alemania alguien portase el título de baronesa de Hitler. Pero nuestro país está hecho de otra pasta: Hitler causó la muerte de más de cincuenta millones de seres humanos, mientras que nuestro pobre caudillo solamente seiscientas mil; tal vez sea esa la explicación.

El Gobierno de Pedro Sánchez ha tenido que tragar con la concesión de este entorchado porque no se ha podido cambiar la ley. No olvidemos el trago amargo por el que ha tenido que pasar la actual ministra de Justicia, que ha debido estampar su firma en el título junto a la del Rey.

Existen en esta nación una serie de desvaríos a los que nadie ha tenido la bondad de desafiar. Desde la Fundación Francisco Franco han recibido la noticia con indisimulada satisfacción. Han asegurado que el sátrapa era un monárquico convencido, por eso nombró a Juan Carlos como sucesor. Qué cosas. Estamos a la espera de que la bacalada en que se ha convertido nuestro dictador sea trasladada. Una momia de la que se sigue obteniendo algo de caldo. En fin, todo el conjunto es un despropósito descomunal.