Epistemología del filete empanado
Crónica del manicomio ·
«Cualquier empanado es un texto a leer e interpretar. Y si el texto esconde carne, el interés crece más»Desde un punto de vista alimenticio, un filete no es nada más que un trozo de carne dispuesta para su uso. Lógicamente, esta definición no ... reclama ningún estudio científico. A lo sumo, se aprovecha de algún análisis sobre las condiciones de producción y conservación, así como de alguna exploración relativa al gusto.
En cambio, si hablamos de filete empanado entramos en un campo distinto. Accedemos a un dominio epistemológico en sentido estricto. A un espacio donde el recubrimiento de pan adquiere un protagonismo particular, religioso incluso, pues parte de la idea de que el pan es el cuerpo de Cristo, que en este caso envuelve el bistec y le proporciona una trascendencia irresistible. La carne, que parecía el objeto principal y más importante, al menos a efectos del conocimiento nutricional, se convierte súbitamente en un simple relleno dentro de un envoltorio litúrgico. «Yo soy el pan que da la vida; el que viene a mí nunca tendrá hambre» (Juan 6:32-35).
Bajo este supuesto, queda claro que para comer un escalope no basta con tener hambre. Hay que cultivar la filosofía profunda, la ontológica meticulosa y la teodicea más fina. La epistemología se vuelve imprescindible desde el primer bocado. Sin ella respetamos la digestión pero el espíritu se vuelve más ignorante y enervado.
Hay que saber, además, que al empanar abogamos inconscientemente por un disfraz engañoso. Condimentamos ocultando la materia principal. En estos empanados la verdad no se revela de frente, por lo que se muestra en entredicho y expuesta a cualquier interpretación. No nos basta, como en el caso del rebozado, con aprovechar la traslucidez para conocer lo que incluye en su interior. Aquí hay que cortar, rebuscar y probar lo que esconde la croqueta, el arancino o el cordon bleu. Cualquier empanado es un texto a leer e interpretar. Y si el texto esconde carne, el interés crece más.
De igual importancia es el valor infantil de este alimento. Junto con los macarrones o el arroz con tomate forma parte de la dieta preferente de cualquier infante. Su elección siempre es una garantía segura de que aún nos quieren y que disfrutan sosteniéndonos sobre el vacío. El empanado evoca un amor que perdura. Da seguridad. Tranquiliza nada más verlo en el plato, y despierta nuestros instintos básicos si unas patatas, igualmente fritas, se hacen presentes alrededor. Por estas causas tan elementales entendemos, epistemológicamente hablando, que el filete empanado es el mejor alimento para la gente entrada en años.
No tanto porque por sí mismo componga una dieta completa para determinada edad, sino porque permite el retorno a la infancia más inesperado. No para caer en esa puerilidad que identifica a la gente provecta, que se vuelve emocionable crédula e ingenua, sino para todo lo contrario, para recuperar o mantener la creatividad y el entusiasmo.
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