Enredados
Crónica del manicomio ·
«He aquí una buena muestra del rigor y la profundidad que hemos perdido en el debate con los demás y en el diálogo con nosotros mismos»El pensamiento contemporáneo está entrampado en prolíficas redes sociales. Prendida en sus rizos, una ola de simplificación y superficialidad se extiende por doquier y vuelve ... todas las opiniones iguales. Hasta las más contrarias parecen cortadas por el mismo patrón e intercambiables. Cuesta encontrar una opinión compleja sobre algún tema personal que analice a fondo todas las posibilidades. Que saque a flote las contradicciones que acompañan a nuestros gustos y decisiones y que sea capaz de enumerarlas y poner encima de la mesa todas las cartas para examinarlas una a una en sus detalles.
Hemos perdido esa capacidad. Así que asombra leer un cuestionamiento antiguo como el que traigo a colación. Un bello ejemplo sobre cómo puede uno interrogarse llevando la pregunta de escalón en escalón y sin concesiones hasta el final. El ejercicio analítico que propongo es de Cicerón, autor de una exposición limpia, cristalina e implacable consigo mismo. Lo leemos en una carta enviada a su amigo Ático, tal día como el 12 de marzo del año 49 a. C. Huido de Roma ante el avance implacable de César y la inminencia de la dictadura, se refugia en una de sus fincas y desde allí expone sus dudas sobre qué repuesta debe darse en defensa de la República:
«Sin embargo, para no entregarme por entero a la tristeza, me he propuesto una serie de tesis, por así llamarlas, que son políticas y además relativas a las circunstancias actuales, para apartar mi ánimo de lamentaciones y ejercitarme sobre lo mismo que nos ocupa; son de la siguiente manera: si se debe permanecer en la patria sometido a un tirano; si se debe trabajar por todos los medios en la destrucción de la tiranía incluso si con ello la ciudad corre el peligro de una ruina total; si se deben tomar precauciones para que el liberador no se convierta él mismo en un amo; si se debe intentar ayudar a la patria sometida a tiranía aprovechando la oportunidad y el razonamiento en lugar de la guerra; si es político permanecer inactivo alejándose de la patria sometida a tiranía o hay que ir a través de todos los peligros en pos de la libertad; si se debe llevar la guerra contra su país y sitiarle cuando está sometido a tiranía; si, incluso sin estar de acuerdo con la destrucción por las armas de la tiranía, debe uno compartir el peligro con las gentes de bien; si en los asuntos políticos se debe uno unir a sus benefactores y amigos aun pensando que están totalmente equivocados; si quien ha prestado grandes servicios a la patria y precisamente por ello ha sufrido daños irreparables y odios ha de exponerse voluntariamente por su patria o si se le debe permitir que piense en sí mismo y en los de su casa, dejando las contiendas políticas a quienes detentan el poder».
He aquí una buena muestra del rigor y la profundidad que hemos perdido en el debate con los demás y en el diálogo con nosotros mismos.
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